

He decidido colocar fechas para que el lector tenga una referencia de cuándo ha sido añadida materia y también para que pueda controlar hasta dónde ha leído. Debo aclarar una vez más que los textos son intemporales, de manera que aunque alguien vea una fecha caducada, le advierto que puede leer el texto con interés porque no suelo hablar de cosas concretas, de casos específicos, sino de tendencias generales.
      (3 de Marzo del 2008)
Siempre he pensado que para entender el problema de las crisis capitalistas lo mejor es leer El Capital, el más famoso libro de Marx. En él se entiende cómo los diferentes ciclos  del sistema capitalista acababan en un callejón sin salida, que se manifestaba en un cuello de botella dinerario y una sobreproducción de mercancías que el mercado no podía absorber por falta de crédito en aquel entonces antiguo sistema monetario. Para entender por qué no se dan ahora esos ciclos, o si se dan no lo hacen  con la virulencia que Marx predijo, hay que fijarse en los sucesivos cambios que se han producido en el Sistema Monetario Internacional, precisamente a consecuencia de aquellas temidas crisis.  Esta adulteración del sistema monetario se debe sobre todo al intento de suprimir aquellas crisis catastróficas pero sin poner remedio sincero al origen del mal, que es la propia naturaleza egoísta del capitalismo, personificado en lo que Marx llamó plusvalor. El plusvalor es la piedra Rosseta para poder interpretar correctamente la esencia del capitalismo. Entendiendo el mecanismo simple de aquél se entiende la naturaleza compleja de éste, sus ciclos y sus crisis. Que las crisis no se manifiesten hoy día con la vehemencia que pronosticó Marx no quiere decir que no existan. 
    Lord Keynes enunció más tarde, con muchos menos detalles que Marx, de nuevo la teoría económica de su tiempo. Sostuvo que Marx no había aportado nada nuevo a la teoría capitalista cuando en realidad fue al revés. Lord Keynes tan sólo contribuyó con una cosa novedosa    a la teoría de la economía que a la larga puede resultar calamitosa si provoca lo que se ha dado en llamar huida hacia delante. Afirmó en su libro más famoso )"Teoría general del empleo, interés y dinero") que El Estado debía tomar las riendas en las fases críticas e iniciar obras públicas u otras actividades semejantes en esos periodos de crisis para que no cayera la ocupación ni el consumo y se mantuviera la crisis a raya. Podía actuar directamente o indirectamente, mediante medidas fiscales y monetarias, sacando por ejemplo masa monetaria al mercado para reactivarlo. De manera que más tarde la intervención del Estado en la economía del libre cambio con la regulación del tipo de interés (es decir lo que supuestamente es el punto de encuentro entre la oferta y la demanda dineraria) y otras medidas económicas se convirtió en el grifo de maniobra para dar o quitar liquidez, en un regulador para las crisis, en un mecanismo para aparentemente eludir las crisis.
    En realidad  esta práctica de intervención artificial en los mercados sólo fue posible gracias a un sistema monetario internacional adulterado. Más correcto sería tal vez decir que precisamente fue esa práctica reiterada la que obligó a escoger un sistema monetario internacional fraudulento que duplicaba o triplicaba el stock por encima de referencia real y de la cordura. Lo que sucedió en la práctica es que una vez inyectada, por ejemplo, masa monetaria en el sistema de circulación ya no podía sacarse de él si no se quería provocar de nuevo una crisis. Podía sacarse del mercado individual del país, pero no del mercado mundial porque nadie guarda el dinero debajo del colchón, ni siquiera los gobiernos. Se estaba inventando dinero continuamente y se sigue haciendo, como lo demostró Jaques Rueff y que quedará manifestado en el texto siguiente. 
    
    Antes quiero hacer brevemente una sinopsis sobre las distintas evoluciones del sistema monetario internacional, que contribuya a crear una visión global de este patrón que rige nuestras economías. En principio eran los metales preciosos, el oro y la plata, los parámetros de referencia en los que se reflejaba la riqueza. Toda mercancía y toda riqueza de una nación estaban referidas al oro y a la plata. Fue lo que se llamó Patrón cambio-oro. Durante este Patrón cambio-oro hay tres fases diferenciadas: en la primera es el oro el astro sobre el que giran todas las demás monedas; en la segunda es la libra, sustituyendo al oro, la que ejerce ese protagonismo principal; en la tercera fase es el dólar el que desbanca definitivamente a la libra. El segundo patrón del sistema monetario es el que se implantó después de la segunda guerra mundial. Se le llamó Patrón Cambio-dolar. Con este patrón el dólar era la referencia máxima del sistema monetario, pero siendo siempre convertible en oro. Sucedió que tarde o temprano esa convertibilidad iba a ser imposible, como señaló Jaques Rueff, por la duplicación mundial del flujo monetario y por la devaluación artificial del oro que durante muchos años se mantuvo al mismo valor. En 1971 sucedio lo inevitable y el dólar dejó de ser convertible. Para solucionar la crisis se tomó la estrategia de permitir que las más importantes monedas internacionales flotaran en el mercado. Esta práctica arregló algunos problemas pero añadió otros mayores, como el de la inflacción en las monedas periféricas.
    La aparición del Euro a primeros de siglo, surgido para componer estabilidad en la zona Euro, ha vuelto a suponer un nuevo desequilibrio en el mercado internacional y el que más se resiente de ello es el dólar que ya se ha devaluado un 50% con respecto a la moneda europea. Además han surgido con fuerza hacia el mercado internacional economías de países  grandes y fuertes, como es el caso de China.
    Quiero recordar, sin querer ser agorero, que durante estos nuevos equilibrios entre monedas a lo largo de la historia de la evolución del patrón monetario internacional, dos grandes guerras han tenido lugar. Nunca he considerado las guerras, y menos las actuales, ni como un ajuste de cuentas, ni como una redención del honor, ni como una guerra de Troya.
    Su pretexto casi siempre o siempre es eminentemente económico. Todo el mundo intuye que ya en el siglo XV la colonización del nuevo mundo americano en nombre de Dios y de la civilización no fue más que una excusa para apropiarse de las riquezas de aquel nuevo mundo. Al menos los antiguos Vándalos, Alanos, Vikings, etc... eran más sinceros o no necesitaban disimular. Hoy día nuestro dios individual es la Democracia. En nombre de Ella y de los Derechos Humanos se destruye cualquier cosa, incluso las vidas. La última guerra en Irak nos ha abierto los ojos a mucha gente, que por cierto ya los teníamos abiertos. Ahora, es verdad, los tenemos como platos.
    El móvil de las guerras  siempre tiene un fondo económico. El telón de fondo puede ser motivado por dos motivos diferentes: uno para solucionar fuera de casa los conflictos internos. Lo hizo Sadam Hussein en la invasión a Kuwait, por ejemplo, según los analistas. El otro para consolidar su poder económico y abrir nuevos campos de intercambio económico porque el mercado actual está colapsado. Creo que en la última guerra sobre Irak sucedieron ambos motivos, dado la caída en picado de la economía actual americana, quizá ya vislumbrada años antes por los analistas.
    Sería esperanzador que Obama accediera a la presidencia de EE.UU. A mí me trae recuerdos de John Fizerald Kenedy y de Luter King. Esta equidistante de ambos. EE.UU tiene una maldición con el magnicidio. Parece que se hubiera aficionado. Será que lo aprenden en sus escuelas en carne propia, con tanta arma descontrolada. Espero que no corra la misma mala suerte y sepa tanto defender al pueblo americano como defenderse de él. Que la historia no se repita, que Caín no mate otra vez a Abel en este eterno retorno.
    
    En todo caso aquí y ahora voy a exponer el tema sobre la duplicación del sistema monetario internacional a lo largo de su historia. Un asunto realmente grave. 
    Como abarco demasiados frentes en esta web, poco aprieto. He entendido que esta sección está atrasada, con la gran importancia que tiene. Como no llego a todo, he querido colocar un extracto de mi libro El Espacio y el Tiempo en el arte. Es un extracto de la explicación de una de mis obras titulada El Original Pecado Capitalista. Hay que decir que el comentario lo escribí hacia el 2001 pero creo que no resulta anacrónico. En él se entiende con claridad (eso espero) cómo se duplicaba el sistema monetario internacional con el nuevo sistema Patrón Cambio-dólar. Es lo que Jacques Rueff llamó "El pecado monetario de Occidente", título del libro en el que   denunció una práctica monetaria fraudulenta y peligrosa ejercida precisamente por todos los países ricos del planeta. Prácticamente es volver a enunciar de manera resumida aquel libro.
............La lectura del tema que a continuación  voy a abordar es la más  pesada y  aburrida de las explicaciones escritas de esta exposición, como pesada y  aburrida es la economía y la política; pero no por ello debe de ser desdeñada.  Todo el mundo sabe  la importancia de la  política y de la economía en el mundo actual y en el ser humano. Relegadas la  religión y la filosofía a un segundo plano en la civilización de hoy, la  economía y la política se han erigido en el fundamento y preocupación de la  humanidad. En todo caso, siempre pueden saltárselo e iniciar su lectura en  cualquier parte del libro  en el que se  relatan los temas sobre estética ya reseñados.
     Hay que señalar en primer lugar la relevancia del  autor del libro “El pecado monetario de  Occidente”, Jacques Rueff, para entender la importancia de su mensaje. Durante  toda su vida ocupó cargos relacionados con la actividad financiera del gobierno  francés. En sus primeros años se le encomendó el cargo de agregado financiero  de la embajada de Francia en Londres. Allí entendió y vio con sus propios ojos  el motivo principal de la crisis que causó el crack del 29. Más tarde ocupó  otros cargos similares, y llegó a ser subgobernador del banco de Francia, al  que siguieron más cargos relevantes, y fue el principal inspirador de la  política monetaria, llevada a cabo por el general De Gaulle. Éste mantuvo un  pulso férreo con Estados Unidos, la cabeza económica mundial, por discrepancias  a la hora de entender esa política monetaria internacional, sobre todo la  relación artificial del precio del oro con respecto al dólar, que estaba mucho  más bajo que lo que le correspondía en circunstancias normales o naturales.. De  Gaulle dimitió a raíz del revés económico operado a finales de los 60 en los  que tuvo mucho que ver  la revolución de  mayo del 68, en pleno pulso del doble mercado de cambios (para el dólar y para  el oro). Hubo tantas cosas oscuras en el final de la década de los 60 como las  que pueda haber hoy día, pero la muerte de Kennedy, los atentados de De Gaulle  y la revolución del 68, que algunos dijeron ser instigada, pudieron tener un  denominador común. 
     Pero lo que a nosotros nos demora es algo real, algo claro, algo  que sí sucedió, algo que mencionó Jacques Rueff y que sin más dilación, paso a  describirlo. 
    Lo que denunció Rueff fue el acuerdo  aceptado en Bretton Woods en 1944. Este acuerdo no era otra cosa que el cambio  operado en el sistema monetario internacional imperante hasta entonces. Lo que  se hizo en Bretton Woods fue desestimar el oro como parámetro común para medir  la riqueza en el mundo, sustituyendo el preciado metal por una medida de  ficción, el dólar, que funcionaba como moneda real de cambio. Al sistema en el  que el oro funcionaba como intercambio monetario en la complementaria tarea del  intercambio comercial, se le había llamado sistema Patrón Oro. Al nuevo  sistema, donde los pagos se efectuaban en dólares, que eran convertibles en oro  al menos de momento, se le llamó sistema Patrón  Cambio-Oro. El banco central de Fort Knox, en Estados Unidos, era  el encargado de emitir la nueva moneda, es decir dólares, contra el oro allí  depositado. En realidad ese encargo le erigía en el equivalente de un gran  banco mundial.
    Los inclinados a ese acuerdo  alegaban que en todo caso el dólar siempre tenía su equivalencia con el oro,  por lo que en última instancia nada cambiaba en el sistema, porque siempre el  dólar podía ser canjeado por oro. Aducían en su favor que la transferencia de  oro de un país a otro cuando una balanza de pagos era desfavorable suponía un  cargo añadido, un costo que de esta manera se ahorraban y, sobre todo, alegaban  que ya no se producirían las graves crisis como consecuencia de las estrecheces  de cuello de botella que se solían dar en el mercado económico internacional  con el Patrón Oro. Por otra parte, la escasez de oro, cada vez más evidente  porque los costos de su extracción aumentaban para sacarlo, inclinaba a los  indecisos por esta nueva fórmula de cambio internacional.
    Es cierto que ya no se producían  esas incómodas y dañinas crisis, al menos   aparentemente, porque se   alejaban hacia el futuro, en la llamada “huida hacia delante”. El  resultado de este nuevo patrón internacional fue y es alarmante. 
    Lo que ocurría con este nuevo  sistema es que se estaba duplicando el stock monetario a escala mundial. Esto  se originaba porque el valor de las mercancías venía señalado como referencia  al dólar, ya que éste había sustituido al oro en el nuevo patrón. Y aunque el  dólar era canjeable o intercambiable por oro en primera instancia, a lo largo  del tiempo se descubre la certeza de que ese nuevo sistema se está convirtiendo  en  una trampa-estafa y sucederá que esa  referencia entre el oro y el dólar ya no será   más que ficticia. 
     Comenzó a originarse de la siguiente manera: Los países europeos,  dependientes del dólar en sus intercambios comerciales con el nuevo patrón  Cambio-Oro, sufrían un efecto inflacionista como consecuencia del escape de los  capitales americanos hacia este continente, que buscaban una mayor rentabilidad  para su dinero. Por otra parte, el dinero en forma de dólares, aquí ocioso en  las arcas del Estado, volaba hacia los mercados estadounidenses, colocándose en  estos mercados a corto plazo. Esta limitación de tiempo era una medida de  seguridad por si era necesario requerirlo en un momento de crisis por estrechez  monetaria en los países europeos. Es decir, de Estados Unidos  hacia Europa el capital se colocaba a largo  plazo y de Europa hacia Estados Unidos el capital viajaba para colocarse a  corto plazo. El tipo de interés en Estados unidos siempre estaba más bajo que  en los países satélites. Es obvio, si el tipo de interés estuviese más alto en  este país los capitales no emigrarían hacia Europa en busca de mayor beneficio.  Y si los capitales europeos no regresaran otra vez hacia EE. UU, el tipo de  interés en el país americano tendería a subir por la tensión entre la oferta y  la demanda monetaria, ya que se habría reducido la oferta en ese país como  consecuencia de la fuga de capitales a Europa. De manera que el motivo de que  EE. UU. no se viera obligado a subir los tipos de interés se debía al retorno  de los dólares  hacia EE. UU. y la  situación inflacionista que se generaba en los países europeos se debía al  capital americano que inundaba Europa. Era la pescadilla que se mordía la cola.  Los capitales americanos venían a Europa y otra vez desde aquí volaban a EE.  UU., sin dejar de ser utilizados en este continente, actuando el mismo capital  en dos sitios al mismo tiempo. 
    Lo que estaba sucediendo es que se  estaba duplicando el stock monetario que respalda o es el equivalente de la  economía mundial. La misma moneda valía para ser contabilizada por el país  receptor de esa divisa, por ser incluidas las divisas como parte de las  reservas del banco central de ese gobierno y poder ser emitida contra ella  moneda para la circulación interior de ese país, y a la vez mantenía la  economía y la fluidez de capital en el país de origen, donde era colocada de  nuevo a corto plazo. 
    ...”De esta forma, los bancos de  Emisión de los países europeos que en la posguerra recibían de ultramar grandes  cantidades de libras esterlinas y dólares, en vez de exigir su contravalor en  oro, como hubieran tenido que hacer, por lo menos en parte, bajo el régimen del  Patrón Oro, dejaban estas libras y estos dólares en depósito en sus plazas de  origen donde eran cedidas en forma de créditos a acreedores nacionales”. (El  pecado monetario de Occidente)
    Antes, la totalidad mundial de las  mercancías tenía que corresponderse con la totalidad mundial del oro, o lo que  es lo mismo, con las monedas existentes, que no son otra cosa que una  sustitución equivalente de ese oro. La relación entre la cantidad de mercancías  y la cantidad de oro o monedas que sustituyen a éste, es el precio. El  precio  no era otra cosa que la cantidad  de oro medida en peso, de ahí el nombre de algunas monedas (peso, peseta,  libra, etc...). Cuando esa relación cambiaba, cambiaba el precio. Cuando el  precio del producto subía, quería decir que su equivalencia con el oro había  cambiado y que ese producto se correspondía con más gramos de oro. Cuando  bajaba, quería decir que la misma cantidad de oro había que repartirla entre  más mercancías de manera que tocaba a menos oro, o que menos cantidad de oro  había que repartirlo contra las mismas mercancías. (por ejemplo, porque se ha  hundido un barco cargado de oro o se ha drenado oro para pagar deudas al país  acreedor). El equilibrio se creaba mediante la oferta y la demanda, de manera  automática. Es obvio que un país no se dedicaba a contar todas las mercancías  que tenía y hacía una referencia con   todo el oro que poseía. La oferta y la demanda se encargaban de ello.  Ahora, la relación entre el oro y las mercancías no es exactamente así, aunque  entre el precio y la mercancía haya una relación similar, ya que este nuevo  sistema monetario internacional surge y está basado en el anterior.
    En realidad las mercancías se  duplicaban y el oro costaba más extraerlo, por lo que la tendencia general de  los precios en el mercado mundial con el antiguo sistema patrón Oro debería ser  la de caer (con la misma cantidad de otro se podrían comprar más mercancías si  el oro se encarecía, luego los precios tendían a caer por evolución natural), y  fue una de las razones más importantes que se alegó en Bretón Woods para la  implantación de este nuevo sistema. Con este nuevo patrón Cambio-Oro sucedía lo  contrario, los precios tendían a crecer. Así que aunque sostenían que el nuevo  sistema era una variación del  antiguo, pero en lo fundamental semejante por ser canjeable el dólar por oro,  en realidad según los resultados fue muy distinto, totalmente diferente, ya que  los precios no caían, sino que crecían.
     Una misma moneda estaba en dos sitios a la vez, contabilizada en  Europa y utilizada en EE. UU., de manera que se estaba duplicando el stock  monetario, y por consiguiente se producía la tendencia  inflacionista en los países receptores de  estas divisas por un aumento real del poder adquisitivo por la duplicación de  stock monetario internacional; además, una consecuencia directa era el  desequilibrio de la balanza de pagos en el país del cual procedían las divisas.
    .......“Bajo el régimen de Patrón de  Cambio-Oro, cada vez que se produce un déficit en la balanza de pagos de EE.  UU. o de Inglaterra y los Bancos de Emisión de los países acreedores devuelven  las divisas convertibles a sus plazas de origen, se produce en el mundo una  duplicación de las bases de crédito”. (Jaques Rueff. El pecado monetario de Occidente)
     Lo que ocurría en el país emisor era justo lo contrario de la  inflación. EE.UU. era un país con su balanza de pagos deficitaria. Su balanza  total era deficitaria precisamente por esa fuga de capitales que buscaban el  viejo continente para una mayor rentabilidad de su dinero, ya que el tipo de  interés estaba aquí más alto. Los mismos dólares enviados a Europa eran  utilizados de nuevo al ser devueltos al mercado americano a corto plazo, de  manera que podía mantener una posición de crisis técnica sin que aflorase esa  crisis. A su vez, los países que recibían la fuga de capitales que venían de  EE. UU., se veían obligados a la larga a devaluar, dada la tendencia  inflacionista, si querían encontrar su equilibrio económico. La devaluación, a  corto plazo, era beneficiosa porque permitía bajar los tipos de interés,  aumentaban las exportaciones y disminuían las importaciones. Pero a largo plazo  era perjudicial. 
    Si por los motivos que fueran,  varios países estaban en la necesidad imperiosa de retirar sus divisas del  mercado americano a corto plazo, este hecho suponía una grave crisis americana,  ya que de repente se retiraba de la circulación mucho capital activo en ese  país, pero también significaba una grave crisis mundial por ser el dólar la  moneda patrón, y esto hacía que se tomaran medidas menos rígidas, y que no se  demandaran esos capitales. Las presiones internacionales y el papel  protagonizado por EE.UU. después de la segunda guerra mundial con ayudas  económicas para recomponer la maltratada   Europa, desaconsejaban reclamar estos capitales y se tomaban medidas  alternativas.  Por ejemplo, se fue  aumentando la franja en la que podían fluctuar las monedas, flexibilizando el  sistema monetario, haciéndolo más capaz, pero también más inestable y sobre  todo, más injusto, en especial con los países del tercer mundo, porque entre  otras cosas eso fue Bretton Woods, una estafa mundial de los países más ricos a  los países más pobres.
    “Si los extranjeros poseedores de  activos en dólares pidieran su pago en oro, podrían provocar un verdadero  hundimiento de la estructura del crédito en los Estados Unidos.
    Seguramente no lo pedirán, pero el  simple hecho de que tengan el derecho de hacerlo obliga a recordar que el  derrumbamiento del castillo de naipes construido sobre el Patrón de Cambio-Oro  en Europa transformó la depresión de 1929 en la Gran Depresión”. (Jaques Rueff.  El pecado monetario de Occidente)
    Con el antiguo sistema Patrón Oro  los dólares y los francos, si hablamos por ejemplo de Francia, serían  intercambiados entre sí por las autoridades monetarias. Pero el exceso de  dólares absorbido por el mercado francés tendría que ir de nuevo a EE.UU. y ser  canjeado por oro. La salida de oro de EE. UU. obligaría a reajustar el tipo de  interés en ese país ya que el  drenaje  de oro provocaría una disminución en la masa monetaria de circulación interior.  Con el nuevo sistema Patrón Cambio-Oro, los dólares regresaban a EE. UU. pero  no era drenado oro en su lugar. Se anotaban en los libros de cuentas como una  deuda, por eso la balanza de pagos americana era siempre deficitaria y su tipo  de interés siempre bajo. En Francia sucedía la situación contraria. La  inundación de capital americano provocaba un exceso de inflación que obligaba a  las autoridades francesas a subir el tipo de interés y a retirar moneda del  mercado francés para controlar los precios. Este exceso de moneda (los dólares  que llegaban a Europa) era recolocado en el mercado americano.
    A este círculo vicioso del recorrido  de los capitales, Rueff lo denomina “el secreto del déficit sin llanto”.  Escribe:
     “Para constatar que en 1960 existe la misma situación, mutatis  mutandis, basta leer el mensaje del Presidente Kennedy acerca de la estabilidad  del dólar del 6 de febrero de 1961.
    Con admirable objetividad, indica  Kennedy que desde el 1º de enero de 1951 hasta el 31 de diciembre de 1960, el  déficit de la balanza de Pagos de los Estados Unidos de América ha alcanzado un  total de 18.100 millones de dólares.
    Hubiera parecido lógico que durante  el mismo periodo sus reservas en oro hubieran disminuido en la misma cifra.  Pues no; el 1º de enero de 1950 las reservas en oro alcanzaban un total de  22.800 millones de dólares, mientras que el 31 de diciembre de 1960 todavía  eran de 17.500 millones de dólares.
    La razón  de esta incongruencia reside en el hecho de que, durante el  periodo considerado, los Bancos de Emisión de los países acreedores, después de  crear moneda nacional por el montante del déficit norteamericano, habían vuelto  a situar las dos terceras partes de aquellos dólares en el mercado americano.  Con lo cual entre 1951 y 1961 sus reservas exteriores habían aumentado en unos  13.000 millones de dólares” (El pecado monetario de Occidente).
    Estos 13.000 millones que aparecían  de más en el cómputo total, este aumento de las posibilidades del mercado, se  corresponde y son los dólares colocados a la vista o a corto plazo en el  mercado norteamericano y son los que van a provocar  una situación inflacionista en el mundo entero, reflejada en los  países satélites del dólar. 
    Otra de las afirmaciones  contundentes de Jacques Rueff era señalar que mientras en ese periodo los  precios habían ascendido al doble, la relación entre el oro y el dólar no había  cambiado, manteniéndose la relación de intercambio de 35 dólares por una onza  de oro. Esto no podía ser lógico y, con el doblaje del stock monetario,  formaban  dos situaciones encadenadas, o  el mismo problema visto desde dos ángulos diferentes. Este hecho no podía  traer, como así ocurrió, más que la consiguiente imposibilidad de que el dólar fuese  reconvertible en oro, argumento mantenido por Jaques Rueff durante 10 años  contra toda la opinión mundial en materia monetaria, y que finalmente se  cumplió en 1971.
    Que un dólar costase o fuese  equivalente a 35 onzas de oro desde el acuerdo de Bretton Woods y prácticamente  hasta la inconvertibilidad oficial del dólar en 1971, mantenido ese precio fijo  artificialmente, es un asunto íntimamente ligado a las devaluaciones,  revalorizaciones y aumento de flujo dinerario en el mercado internacional.
     La transacción de dólares por moneda europea ya no sólo se  realizaba por motivos de cambio comercial sino también por motivos  especulativos. Cuando el capital americano salía de su lugar de origen hacia  Europa ya no salía sólo para intercambiar dólares por moneda europea y pagar  las importaciones que quería realizar, sino que lo hacía también por motivos  especulativos y de inversión, bien porque colocado en los bancos europeos el  mayor tipo de interés en Europa reportaba más beneficios, bien porque la  inversión directa en el sistema económico reportaba mejores expectativas y  beneficios que en el país de origen. El mismo motivo de lucro iban a tener los  dólares que regresan a Estados Unidos. El beneficio que resultaba de colocarlo  a corto plazo es el motivo de su regreso a ese mercado. 
    Las multinacionales  tuvieron mucho que ver también en ese montaje de doblar el stock  del sistema monetario internacional. Cuando  Estados Unidos asumió el problema y puso controles a la fuga de dólares, el  círculo vicioso y viciado apareció de otro modo. Nacieron nuevos bancos internacionales a raíz de estos  controles americanos y de la habilidad inglesa en materia de finanzas. Fueron  los ingleses los primeros en fundar un   banco de estas características. A ellos, más tarde, se sumó el capital  privado americano, formando otros bancos internacionales  Estos bancos realizaban exactamente la misma  función, el mismo círculo vicioso que el anteriormente descrito. Los dólares de  las arcas de los Bancos Centrales o en manos privadas que antes viajaban a EE.  UU. ahora ingresaban en estos nuevos bancos de capital privado londinense y  americano, y de aquí se colocaban en otros países. A esta moneda prestada y  tomada por estos bancos internacionales de capital privado se le llamó  Eurodólar. Las multinacionales comenzaron a operar con estos bancos, dada las  restricciones que el gobierno americano impuso sobre la salida de capitales.  Como se ve, el problema no cesó con las medidas adoptadas por EE.UU., sino que  aumentó con el surgimiento de estos nuevos bancos. Estos bancos duplicaban de  nuevo el stock mundial porque realizaban la misma función que las autoridades  monetarias americanas querían evitar. Y ahora era duplicado de manera más libre  y más rápida.
    Las monedas europeas se  devaluaban con respecto al dólar. Al ser el dólar convertible en oro, las  monedas europeas también se devaluaban en última instancia con respecto al oro.  Sin embargo, al mantener un precio fijo del dólar con respecto al oro,  alrededor de 35 dólares la onza, se estaba creando una situación injusta y  fraudulenta. Si se hubiera dejado flotar libremente el precio del oro con  respecto al dólar, es evidente que éste se habría devaluado también con  respecto al oro porque los dólares habían aumentado al doble, a tenor  de los precios, por esa duplicación del  mercado monetario internacional. La relación entre el dólar y el oro era  artificial y era eso lo que reclamaban Jack Rueff, el general De Gaulle y el  Estado francés.
    Los productos aumentaron en  cantidad  con la tecnología desde 1944  hasta 1971, y el oro no podía crecer a ese ritmo, dada la dificultad para  extraerlo. Si tenemos en cuenta la cantidad del monto de productos total del  mundo y del monto de oro mundial nos encontramos con que ese crecimiento  desigual sólo podría haber llevado a dos efectos: o bien los productos caían en  precio inversamente proporcional a su crecimiento (suponiendo invariable el  crecimiento de oro), o bien el oro tendría a la fuerza que aumentar su valor,  que revalorizarse proporcionalmente al aumento de los precios de los productos  (suponiendo invariable el monto mundial de oro)  Sin embargo, lo que había sucedido es que el  precio de los productos había aumentado en  15 años el doble, en lugar de su supuesta caída, mientras el precio del oro  había sido mantenido artificialmente a una cantidad fija, alrededor de 35  dólares por una onza de oro. La explicación sólo es posible si entendemos que a  la fuerza el eslabón que une el oro con las mercancías produce ese efecto, o lo  que es lo mismo, no se corresponde con las mercancías y con el oro a la vez. El  dólar, que es el intermediario, se estaba duplicando sin la correspondencia  equitativa con el oro, como ya hemos visto y como se deduce de este hecho.  Colocar el dólar a su precio justo era colocar el oro a su justo precio; era  reajustar el sistema monetario internacional, algo que De Gaulle y Rueff  demandaban a los responsables monetarios internacionales, especialmente a  Estados Unidos. 
    Lo que sucedía con el dólar y el  precio fijado artificialmente con el oro, es una devaluación técnica, pero a la  inversa. No se devaluaba el dólar, como tendría que suceder, ya que el aumento  de dólares era una realidad en su relación con el oro. En una situación de  oferta y demanda normal, tendría que caer, ya que su cantidad era el doble. Se  estaba devaluando artificialmente el oro al no permitir su reevaluación lógica  con respecto al dólar. Habían  anulado  en el sistema la oferta y la demanda entre el oro y el dólar y artificialmente  hacían que  el valor del oro estuviese  alrededor de 35 dólares por onza de oro. Al devaluarlo técnicamente, se  conseguía aumentar artificialmente la cantidad de oro (o mejor dicho, la  cantidad de dólares que sustituían a ese oro en la circulación monetaria) y  esto permitía una constante y creciente liquidez en el mercado internacional  para poder seguir duplicando el stock monetario, a la vez que se mantenía el  dólar sin depreciarse a pesar de su aumento.   El oro ya no era cambio de nada, ya no era una referencia, el sistema  monetario estaba adulterado. Eso era una estafa mundial, no sólo americana,  también europea, por la rentabilidad de sus divisas en el mercado americano y  por su complicidad.
    La excusa de mantener el oro a ese  precio fijo era alegar  un problema de  liquidez mundial, cuando realmente lo que había, según Rueff, y según los  hechos que corroboraron y corroboran la veracidad de su examen, era un exceso  de liquidez, hasta duplicar el stock monetario internacional. La subida de los precios era la confirmación. Esto  suponía a la larga la imposibilidad de convertir el dólar en oro, o lo que es  lo mismo, la falsedad del sistema monetario internacional de patrón Cambio-Oro.  No tardó en hacerse evidente: el 15 de Agosto de 1971 el presidente Nixon,  entre otras medidas, declaró inconvertible el dólar en oro. Tal y como había  pronosticado Jacques Rueff 10 años antes, sus previsiones se confirmaron.
    “El dólar no se ha devaluado,  flota”, dijo el subsecretario del Tesoro americano, aclarando un poco el  misterio de la frase  pronunciada por el  presidente Nixon el 15 de agosto: “he dado orden al secretario Connally de  suspender temporalmente la convertibilidad del dólar en oro”.
    Lo que sucedió a partir de entonces  fue un nuevo orden internacional en materia económica. El dólar se dejó flotar,  lo mismo que se hizo con el marco después. El Patrón oro había desaparecido, el  Patrón Cambio-oro también y ahora aparecía un nuevo sistema protagonizado por  el oro-papel.
    Jacques Rueff no entendía el  problema como una estafa premeditada sino como un error colectivo. No buscaba  culpables sino que demandaba soluciones. Cuando realmente el mundo se hace  culpable es cuando se vislumbra el problema y, en lugar de atajarlo, hace  crónico ese problema. No es sólo responsabilidad del pasado, de igual manera  que en 1971 no se pueden escudar en lo que pasó en Bretton-Woods. El problema  monetario heredado se parece en la manera de resolverlo al problema del medio  ambiente heredado. En la actualidad no somos menos culpables que nuestros  predecesores, sino que lo somos más y a sabiendas.
    La huída hacia delante  es evidente en el sistema monetario internacional. Primero se estableció el  sistema Patrón-Oro. Después se sustituyó por el sistema Patrón Cambio-Oro para  salir del atolladero. Más tarde, por la misma razón, se ampliaron las bandas de  fluctuación en este sistema. Se inventaron los bonos swaps, los bonos Roosa. Se  sustituyó este sistema por otro de cambios fijos y flotantes. Siempre huyendo  hacia delante. Hoy día la moneda es una moneda inventada, un cesto de monedas,  un papel. Los parámetros no son fijos y, pienso, que la facilidad para producir  o inventar moneda es escalofriante. El mundo está anegado de moneda. Cuando hay  una crisis mundial basta con inyectar más moneda para dar credibilidad. El  exceso de liquidez da productividad desaforada, tal vez incontrolada, y esta  producción desaforada provoca un consumo devorador. El aumento de consumo y  producción exige mayor liquidez y esta mayor liquidez provoca a su vez un mayor  y voraz consumo y una desaforada e incontrolada producción que exigirá una  mayor liquidez. Es la pescadilla que se muerde la cola. Se quitan trabas, se  borran barreras y cada vez que se enciende un chivato de alarma en la gran  factoría mundial, se desutiliza ese chivato, se suprime, y con ese oído sordo  se soluciona el problema. El nuevo sistema monetario internacional ya no es una  herramienta de cambio, un mecanismo de transacción, sino que se ha convertido  en una herramienta que promueve y consolida la especulación y la estafa  institucionalizada. 
    Hoy día la liquidez en el mercado  internacional es tal que dilata hasta la extenuación el desarrollo económico,  hasta el punto de crear las necesidades humanas a partir de las propias  necesidades de expansión de la economía capitalista. Es un monstruo ávido de  crecer, hasta el punto de correr el riesgo de devorarse a sí mismo. Hoy día se  encuentran proyectos en los que es difícil vislumbrar si están diseñados por  una necesidad real de carencias o es un mecanismo para mover la enorme masa de  capital ocioso buscando rentabilidad, que amenaza con comerse la faz de la  tierra precisamente con la excusa del hambre y de la desocupación. La liquidez  anega el mundo entero, y sin embargo se dan cuellos de botella, deflaciones y  situaciones de estancamiento económico que hace creer que hay escasez  monetaria, y se resuelve con una nueva inyección de moneda. Es como inyectar al  carburador de un coche que ya va acelerado más combustible. Con este nuevo  sistema monetario, adulterado, que no es patrón de nada, a no ser  del desorden, el mundo y la humanidad se  parecen a un gran yonky en estado de ansiedad por su necesitada droga: el  dinero. La huida hacia adelante del capitalismo resulta un desorden, porque no  tiene una referencia fiable. Se mueve por auto regeneración y auto perpetuación,  modelando a su manera el mundo, el ser humano y la democracia, que a estas alturas no es otra cosa  que “la dictadura del capital”. Las ayudas a los países menos desarrollados y  la ampliación de mercado no nacen de un principio de solidaridad. No hay nada menos  solidario ni individual ni colectivamente que la filosofía capitalista. Esa  supuesta bondad obedece a una expansión mercantil e ideológica. El actual  mercado está saturado y la liquidez inunda los países desarrollados, amenazando  con la sombra del estancamiento económico. La barrera que separa los países  ricos de los pobres es cada vez más alta. Crece alarmantemente con el sistema  fraudulento impuesto en Bretton-Woods.
    Los países ricos se protegen contra  las mercancías primarias de aquellos países con moneda devaluada o de menor  poder adquisitivo, incentivando mediante paliativos económicos la labor del  agricultor y del ganadero en los países ricos y de esta manera colocan  artificialmente los precios por debajo de su valor real en un mercado que llaman  con ironía de libre cambio. Por el contrario, los países pobres no pueden  defenderse de la entrada y salida brusca de capitales que llegan desde el lado  rico y que de no salir de estos países ricos, el capital excedente provocaría  graves crisis por exceso de moneda. Retirarla del mercado supondría casi el  costo del beneficio que proporciona  su  inversión en los países pobres. No sólo no se defienden los países pobres de  este capital, sino que tienen que buscar esta inversión internacional si  quieren formar parte del juego, aunque sea perdiendo, ya que sólo pueden ser  perdedores en una partida con cartas marcadas.. Menos aún pueden defenderse de  la salida brusca de los capitales que pueden ocasionar en ellos una situación  alarmantemente delicada, sin hacerse dicho capital, ni sus dueños, ni el país  en que habitan sus dueños, responsable de lo que allí ha sucedido. Tampoco el  país pobre puede defenderse de la compra de la tecnología, que aunque  beneficiosa a priori, hace que en estos países la riqueza no crezca de manera  uniforme. Crece de una manera muy desigual e injusta y fomenta un peligroso  contraste de sociedades en conflicto, con peldaños de poder adquisitivo mucho  más violentos que en los países con el sistema capitalista asentado. Los  conflictos y miserias del tercer mundo no son ajenos a los beneficios y  seguridades del primer mundo.  
    Hipócritamente queremos limpiar  nuestra conciencia con la ayuda internacional, mientras hemos estado estafando  durante años y democráticamente al resto de los países que no forman parte de  la élite mundial. El dinero que donan los países ricos a los países pobres es  un dinero inventado, que surge de la nada, del mismo lugar que sale cuando  estos países necesitan inyectar moneda en el mercado. No es una donación  desinteresada. Está remarcada por unas pautas políticas acordes al juego  capitalista, que permitirá ampliar una vez más el mercado.
     Controlamos la miseria del tercer mundo y la franja que divide  esta miseria y el lujo y la soberbia del primer mundo. Y quién controla nuestra  ética y nuestro fraudulento sistema monetario, hecho a imagen y semejanza de  nuestro sistema capitalista, injusto, elitista, egoísta, e hipócrita, que habla  de solidaridad cuanto más injusto es, de justicia cuanto más injusto es, y de  paz cuanto más belicoso y dominante es.
    Se ha flexibilizado el sistema  monetario internacional hasta hacerlo irreconocible, donde bancos  internacionales del sector privado mantienen una acción paralela al banco  mundial, al que si no lo anulan, al menos   merman  su actividad de control.  Bancos que, si antes anularon las actividades nacionales de parar ese peligroso  y estafador juego de duplicación del stock mundial, no creo que ahora sirvan  para crear estabilidad, a pesar del compromiso de tener que informar de todas sus  acciones al Banco Mundial. 
    También se ha dilatado, y en igual  proporción, hasta límites insospechados la capacidad de consumo del individuo,  porque la propensión al consumo es el otro bastión de la economía. La  inversión (o lo que es lo mismo, la producción),  depende  de la propensión al consumo y  del tipo de interés. Y no podría mantenerse ese ritmo frenético de producción  sin un equivalente y frenético ritmo de consumo.
    La relación entre los países pobres  y los países ricos es similar a la antigua relación entre las clases ricas y  las pobres de un país capitalista cualquiera. Ha habido un cambio cuantitativo  que se ha convertido en cualitativo en la extensión geográfica del desarrollo  del capitalismo.
     Las diferencias de clase en los países capitalistas se han  estratificado y no aparece ya ese claro contraste en los dos bandos contrarios:  el proletariado y la burguesía (con la nobleza incrustada y disuelta en la  clase burguesa). Hoy día, la clase proletaria parece un pastel de hojaldre, que  se puede deshacer en infinidad de capas. Son capas sociales con distinta  capacidad económica, con poca cohesión, sin identidad solidaria y fácil de ser  doblegada. 
    Sigue camuflado y escondido el  principio de riqueza, que no procede de un acto mágico que se gestiona en el  vientre de las entidades bancarias. Nadie plantaría en la tierra unas monedas  para esperar que un año después esas monedas aparezcan trayendo en la mano los  beneficios de los intereses. Sólo el trabajo y el ingenio hacen posible  absorber la riqueza natural en beneficio de la humanidad. Pero es la dominación  de ese ingenio y de esa fuerza del trabajo por pocas manos las que sostienen un  sistema de repartición de riqueza y de poder parcial y piramidal al que  ingenuamente han llamado democracia, con fuerzas invisibles que controlan que  ese poder y esos privilegios no cesen y no se reparta la riqueza de manera  equitativa y racional. Un insignificante tanto por ciento de los habitantes de  este planeta poseen más del cincuenta por ciento de la riqueza. Hoy día el  poder que algunas empresas, personas y capitales tienen es verdaderamente  escalofriante, tanto que una vez más las palabras de Marx el tiempo las hace  proféticas, no sólo por la dirección que lleva la economía, también por la  dirección que trae la política. “El poder electo no es mas que una comisión  administrativa de los intereses comunes de la burguesía”, dice una de sus  célebres frases.
    Al entender la adulteración del  sistema monetario internacional las teorías marxistas adquieren de nuevo su  magnitud con su exactitud certera, que no resulta obsoleta después de los años  como nos quieren hacer creer. El concepto de plusvalor es imperecedero en el  capitalismo porque se ha desarrollado en la práctica sobre él y por él, aunque  sigue negando su existencia, o le quita la importancia que tiene en la  constitución del orden y del sistema de una repartición egoísta y  desproporcionada. Lo peor de todo es que con la adulteración del sistema  monetario internacional se han disimulado los males que aquejan al mundo capitalista  con lo que se hace más difícil corregirlos. Se han disimulado las crisis  cíclicas mediante la inyección de capital, alejándolas hacia delante en el  tiempo;  en el espacio se han alejado  abriendo los mercados comerciales a zonas más lejanas. En ningún momento, en  ningún lugar, se ha puesto remedio a los graves problemas que plantea el  sistema capitalista. Este sistema es egoísta, piramidal, elitista, y sobre todo  peligroso, porque arrastra sus problemas hacia delante, acumulándolos y  amalgamándolos en una enorme bola que tal vez sea demasiado grande para las  espaldas de la humanidad.
    Lord Keynes dijo que Karl Marx no  había dicho grandes cosas en lo que se refiere a teoría económica porque no  había dado soluciones. Presiento que quien no dijo grandes cosas fue Lord  Keynes, porque repitió lo que ya había dicho Karl Marx. La solución que aportó  es la que ha generado el proceso de “huida hacia delante”. La economía moderna  se apoyó en las teorías de Lord Keynes, que proponía que en periodos de crisis  el estado debía aminorar sus efectos regulando la ocupación. En periodos de  estancamiento económico debía acometer, por ejemplo, obras públicas, para  paliar la deflacción. Una vez superado esta crisis, debía otra vez ser  moderador en el proceso económico y enfriar la economía. Pero este enfriamiento  a la larga suponía deflacción otra vez, de manera que una vez que el Estado se  había endeudado no había manera de bajar ese ritmo de producción y ocupación  que había provocado. Asentado ese ritmo productivo y esa ocupación, otra vez la  producción saturaba los mercados y se producía la deflacción y el estado tenía  otra vez que intervenir en la producción y en el consumo, provocando la huida  hacia delante una vez más. Con el tiempo, ni siquiera el Estado necesitó de una  intervención directa. Le bastaba con una intervención indirecta de manipulación  de su mecanismo monetario Con la adulteración del sistema monetario  internacional, estas intervenciones se hicieron crónicas, y parecía que las  crisis eran de subproducción, cuando en verdad venían originadas por  sobreproducción y saturación. Y como era y es el mundo capitalista el que  inventa y acuña la moneda que respalda este sobreexceso de consumo y ese  sobreexceso de producción, nunca tenía problemas para crear moneda ficticia en  caso de necesidad, que era continuamente. El Estado ejecutaba la función de  reavivar los mercados. Pero resultaba a la larga que una vez superado un  peldaño, era imposible bajarse de él. El enfriamiento era ficticio. 
    La solución que lord Keynes propuso  y que el mundo capitalista aceptó, no es menos perversa que las soluciones de  las crisis cíclicas que el propio sistema capitalista creaba en la terminación  de un ciclo económico. Estas crisis periódicas, cada vez más grandes, acabarían  según Marx,  derribando el sistema  capitalista. La anticipación a ese atroz momento era la proclama de la  ideología marxista. Acometer los efectos enfermizos de un sistema enfermo antes  de la máxima efervescencia de la enfermedad planteaba una solución más asequible.  La historia nos ha llevado por otros derroteros. Sin embargo, hoy vemos que el  problema sigue latente, de otro modo, de un modo acumulativo, de huida hacia  adelante, que hace que el problema se sume en tal cantidad que tal vez al final  nos resulte tan grande que ya no sea manejable, a pesar de la tecnología, de  los inventos y de que el hombre haya pisado ya la luna o realizado el mapa del  genoma humano.
    Los problemas del capitalismo que  suelen aparecer a intervalos, no son problemas de subproducción, como se quiere  hacer creer, sino de sobreproducción, o al menos de producción descontrolada.  Este problema de producción es un problema de repartición. Existe una  repartición desigual y peligrosa, que se perpetúa de forma automática. Se  recurre, huyendo hacia delante, a una sobreproducción y se hace un reparto  desproporcionado, de manera que los que no tienen nada, tienen un poco, y los  que tienen mucho, tienen mucho más. El capitalismo ha subido un grado y si  antes el grado de explotación y apropiación indebida de la riqueza mediante el  mecanismo del plusvalor se registraba entre capitalista y obrero, hoy día ese  mecanismo se ha agigantado, y ese efecto pernicioso ha crecido y se ha  consolidado entre países. Así, los países ricos expoliamos los países pobres de  manera democrática y los obreros del primer mundo, esclavos privilegiados del  capital, pasamos indirectamente a ser los señores capitalistas para los países  del tercer mundo y del mundo periférico al sistema solar del sol “Dólar”, del  cual Europa es su satélite preferido y no está exento de complicidad en esta  estafa. Porque el que exporta productos, exporta desempleo. Y allí donde no se  puede exportar producto, o la exportación resulta no favorable, se exporta  política, ideología o, si no hay más remedio, se exporta guerra. La economía,  la política y la guerra están en la misma senda.
    De manera que con esta nueva visión  de la evolución del sistema monetario internacional y su adulteración hoy  podríamos afirmar que permanecen más vigentes que nunca las leyes de Karl Marx  sobre economía.. En lugar de resolverse las crisis, cada vez mayores, que  pronosticaba su autor, lo que se hace es mandarlas hacia delante mediante la  solución de inyectar dinero inventado en el sistema monetario, dinero que no es  real, que no se corresponde con la solución real. Ese dinero dilatará la  economía pero también provocará, pasada la crisis, una bolsa dineraria  especulativa que generará otra vez el mismo problema anterior sólo que con  mayor intensidad,  y así sucesivamente  en esta huida hacia delante. Nos quieren hacer creer que esas citadas crisis  cíclicas ya no existen porque no se manifiestan y que la teoría marxista del  capital ha quedado obsoleta. El capitalismo es una continua y acumulativa  crisis de huida hacia adelante, crisis económica, crisis ecológica y crisis  social; y cada vez más agudas.
    La adulteración del sistema  monetario internacional no sólo fue una estafa mundial a los países del tercer  mundo, también fue una estafa, una mentira, al mundo entero. Fue una estafa a  la razón, a la lógica, pero no sólo es responsabilidad del pasado, sino del  presente. Nosotros estamos sosteniendo y agrandando y encubriendo esa estafa,  esa mentira, aprovechándonos de ella, pero en cualquier momento se vuelve  en contra, no de éste o de aquél país, sino  del propio mundo, porque el pecado monetario de Occidente, como dijo Jaques  Rueff, es un pecado contra el sentido común.
    Quiero añadir unas frases con que  comienza un libro publicado en 1973 del también francés Philippe Simonnot,  periodista y economistas del diario Le Monde y que en cierto modo recuerdan los  tiempos actuales. Escribe así: “Pocas veces la Historia habrá sido tan ejemplar  como en 1971 hasta un extremo caricaturesco. Mediante un atajo que sólo ella  conoce, ha combinado dos crisis contradictorias que ha resuelto  contradictoriamente: entre los poseedores, una crisis de superproducción,  encubierta bajo la capa de una crisis monetaria; en los desheredados, una  crisis de subproducción, o lo que equivale a hablar aquí de superpoblación. Por  una parte hemos asistido a un desplazamiento del excedente de riqueza, por un  valor de miles de millones de dólares, en busca de ganancias, por otra al  desplazamiento del excedente de población, calculable en millones de hombres en  busca de pan y dignidad; por una  parte se ha rozado la guerra comercial, que se ha logrado evitar, finalmente,  gracias al acuerdo establecido entre los diez países más ricos del mundo  firmado en Washington el 18 de diciembre de 1971, por el otro se ha llevado a  cabo una guerra, la guerra entre los pobres, guerra escandalosa, pues ha  demostrado que la solidaridad internacional de los proletarios era mucho más  frágil que la de los capitalistas, a pesar de todo lo que se haya podido  afirmar sobre la rivalidad de los imperialismos. Guerra fatal, puesto que  únicamente la guerra permite reabsorber (en parte) el excedente de población y  el acrecentamiento de producción”.
    Otra vez aparecen encadenadas la  economía, la política y la guerra. También Herbert Marcuse dijo algo semejante.  Esta construcción lógica y coherente pueda parecerse a una fantasía  catastrofista. Yo les recuerdo que no he dicho otra cosa que las que han dicho  Simonnot, Marcuse, y sobre todo Jacques Rueff hace más de treinta años y que el  tiempo le dio la razón en sus predicciones. Por encima de toda opinión y contra  todo pronóstico, sosteniendo su tesis a lo largo de diez años, el tiempo le dio  la razón a Jacques Rueff al anunciarse la inconvertibilidad del dólar. El nuevo  sistema monetario está asentado sobre aquel error y repite los mismos fraudes  con los mismos riesgos, sin haber solucionado los antiguos problemas. 
    Se puede pensar también que podría  ser peligroso para la estabilidad económica mundial hacer estas afirmaciones, o  por el contrario, se puede pensar que no sirven de nada, puesto que Jacques  Rueff ya las enunció en su momento y nada cambió con ello. Pienso que es  muchísimo más peligroso callarlas, porque el problema es acumulativo; crece y  se desarrolla como un cáncer, como una enfermedad que el día menos pensado  soltará su virulenta ponzoña y que, sabemos, nunca se curará por sí sola.  Cuanto más se tarde en ponerle remedio, si es que aun lo tiene, más difícil  será su solución. En una enfermedad mortal es difícil asegurar que el remedio  sea peor que la enfermedad. Pero, en todo caso, el remedio que indirectamente  suelen poner nuestros dirigentes cuando ya no hay remedio, es el remedio que se  repite a lo largo de la historia, y que en realidad no lo ponen nuestros  dirigentes, que son los que lo proponen, sino nosotros que somos los que  consentimos. Ese remedio es, créanme, la guerra.
    Cuando la fluidez económica se  estanca, se llega a la política y cuando la fluidez política se estanca, se  produce la guerra. Las guerras tienen siempre connotaciones económicas. Lo que  sucede es que las disfrazamos con equívocas insignias. La conquista de América  se hizo en el nombre de la conversión al cristianismo, mientras se  ponía de manifiesto el lado más rapaz y  codicioso de los conquistadores. La aniquilación de los indios americanos tuvo  de excusa la civilización. ¿Quién fue realmente el salvaje?. Hoy día se exhiben  insignias como “democracia”, “razones humanitarias”, “paz duradera”. 
    Incluso en aquellas guerras en las  que no aparece de telón de fondo una base económica, son guerras que se  originan por actuaciones precedentes o futuras. Una posición estratégica  militar supone una posición estratégica política y, por lo tanto, también  económica.
    El dominio militar supone un dominio  político y económico. Por otra parte está el enorme peso de la industria  militar. Un país destruido es un país a reconstruir y mueve la economía del  país que pone las normas (alguien tiene que pagar tanto gasto invertido en  destrucción y puede ser una huida hacia delante para un estancamiento). El  material bélico destruido será una vez más también repuesto y una vez más mueve  la economía. No desprecien este poder fáctico. Un pequeño ejemplo: es increíble  que en EE.UU. se sigan vendiendo armas para uso particular después de  semejantes barbaridades. Pero es que el poder de millones que mueve esa  industria puede afectar incluso a los resultados electorales. Imagínense  entonces el poder de la industria de la destrucción a escala mundial. Aunque  esta cuestión económica directa es insignificante ante las cuestiones  indirectas por las que se produce la guerra.
    Por lo tanto habría que tener en  cuenta cuándo y cómo se produce una guerra, no sólo en el país invadido, sino  también en el invasor. Habría que tener en cuenta no sólo por qué en ese lugar,  sino también por qué en ese momento. Habría que tener en cuenta que está  sucediendo en el país a invadir, pero también lo que está sucediendo en el país  invasor, por encima de las cosas aparentemente ciertas e irrevocables que nos  cuentan. 
    Las guerras actuales y las futuras  podrán tener muchos pretextos, muchas justificaciones, pero hay que mirar sólo  por si acaso la trayectoria de las bolsas mundiales en los meses precedentes o  años que preceden a los conflictos para asegurarnos que estos conflictos son  casuales, que no son una cortina de humo para tapar las crisis y las  saturaciones de mercado. También hay que mirar el potencial económico y el  potencial estratégico que tiene el país a invadir. La guerra es un negocio, un  vergonzoso negocio. 
    Además, las guerras de ordenador,  las guerras calculadas, empiezan peligrosamente a proliferar, como si el mundo  fuese un tablero de ajedrez. Nadie puede calcular con exactitud el odio, ni el  rencor, ni el horror, ni tampoco se puede medir o calcular el sufrimiento.
    En las guerras que nos venden hay un  trasfondo que nunca cuentan. Las guerras siempre encubren sus verdaderos  motivos. No me puedo creer que la muerte de un solo hombre origine la primera  guerra mundial, es decir, no me creo que la muerte de un solo hombre origine la  muerte de tantísimos hombres después. Tampoco me creo que el poder seductor de  un solo hombre, Hitler, origine la segunda guerra. ¡Si no creo que un artista,  que se basta el solo para defender su trabajo, no compone ni el gusto de la  época ni la trayectoria definitiva del arte, sino que es una pieza más, cómo  voy a pensar que un solo hombre por poderoso y seductor que sea planifique y  decida la suerte del mundo entero! Me parece más sensato darle credibilidad a  otras opciones. Por ejemplo, me parece más sensato creer los vaticinios del  economista Lord Keynes,  que decía que  las condiciones económicas impuestas sobre Alemania podían traer la segunda  guerra mundial, que podía poner el caldo de cultivo.
    Hay un gran poder destructivo en la  decisión de pocas manos, con una población paralizada y pasiva. Este poder se  siente seguro con los cálculos y previsiones de los estadistas; pero, como he  dicho, no se puede calcular ni el odio ni el sufrimiento. Las guerras son  planteadas con la frialdad de una operación quirúrgica y publicitadas por  una  capciosa propaganda, que neutraliza  la opinión popular. 
    Me fiaré muy poco de las palabras e  imágenes que me bombardeen desde la televisión, ni de esos seres repugnantes,  tan malos y perversos que me ofrezcan y   que suele fabricar la propaganda que precede a toda guerra. Ningún  hombre solo, por grande y poderoso que sea, determina la suerte del mundo. Esa  suerte la determina nuestros pequeños gritos y nuestros grandes silencios,  nuestras cobardías y nuestras valentías. Lo determina nuestra pequeña  conciencia cuando niega  o afirma,  cuando denuncia o calla, cuando se hace cómplice o se niega a la  complicidad.  Por eso, leeré entre  líneas, por encima de la propaganda manipulada y de los razonamientos  interesados, cada vez que haya un conflicto en el que se involucre el estamento  social que me representa y que actúa en mi nombre, sin pedirme la opinión para  cosas tan graves (¿Hay algo más grave que una intervención militar como la que  sucedió en la antigua yugoslavia, que provoca miles de refugiados y tantas  víctimas y horror?), y haré lo que mi conciencia me indique, callar o gritar,  sabiendo que a esa hipotética guerra va algo más que mi seguridad o mi futuro:  va mi conciencia.
    Nada mejor que cerrar las  disertaciones con formas sentenciosas que traten de asir lo inasible, a la  manera en que los epitafios quieren resumir en una frase lapidaria toda una  compleja vida. Por eso quiero decir, para poder terminar, que no es, como  quieren hacernos creer, el mejor mundo de los mundos posibles. Pocos han hecho  poco por cambiarlo y muchos han hecho mucho porque no cambie, ni el mundo, ni  sus intereses individuales. Cambian las formas, pero no los contenidos. 
    El pragmatismo que asola los últimos  tiempos, que cambia lo verdadero por lo útil, no podrá entender nunca que lo  verdadero siempre es útil, mientras que lo útil no siempre es verdadero y  en los tiempos que corren, no sólo está  faltando la verdad a la utilidad, sino que a la larga la utilidad acabará  resultando inútil. 
   


El crack del 2008
Esta es la historia de una crisis que nadie   sabe cómo ha surgido (no es explicable sólo aludiendo a préstamos tóxicos, ni   tampoco al sector inmobiliario dilatado hasta la hipérbole, porque sólo son   efectos y no causas) que nadie quiere reconocer cómo se ha desarrollado y, lo   más preocupante, que no saben cómo atajarla. Precisamente está manifestada su   torpeza porque utilizan las mismas medidas que la han originado. Se agrava   todavía más por las contradicciones que continuamente nos transmiten. Hay que   congelar los salarios, pero recomiendan que aumente el consumo. Los bancos deben   prestar más, pero se sabe que esta crisis se ha manifestado (que no originado)   precisamente por préstamos que serán parte de la morosidad. Pretenden levantar   la economía bajando el tipo de interés para que aumente de esta manera el   consumo y la inversión (es decir la producción), y por el otro lado ambas se   desmoronan en EREs continuas. Lo cierto es que sobra de todo. Sobran coches, las   piezas de los coches, las piezas de las piezas de los coches. Sobran pisos,   inmobiliarias, materiales de construcción, de electricidad, de fontanería,   etc...A medida que se contrae el consumo sobran proporcionalmente más cosas. A   medida que sobran más cosas se cierran más empresas, lo cual hace que caiga más   el consumo, etc..hasta que pare en algún punto. Es el keynesianismo en sentido   inverso. 
    Esto que ocurre se llama sencillamente una crisis de   sobreproducción, y ya estamos advertidos sobre ella. ¿Cómo puede irnos mal   porque haya demasiadas cosas?, se dirán algunos. ¡Pues no faltan mercancías en   África!, por ejemplo. Parece mentira, pero lo cierto es que las crisis de   sobreproducción pueden crear grandes problemas colectivamente, lo mismo que a un   individuo el problema de sobrepeso físico, de sobrealimentación, puede generarle   problemas de salud. 
    Una de las constantes del capitalismo es ampliar el   mercado, pero no regala nada. ¿Ya hubiera querido que le saliera rentable llevar   sus productos a los paises subdesarrollados! 
    El capitalismo es egoísta,   piramidal y de repartición desigual y desproporcionada. Es como la pirámide de   Madoff pero a escala total, a escala universal. 
    Para entender el capitalismo   basta con conocer a fondo tres o cuatro conceptos. El primero, qué es el   plusvalor, que lo definió muy bien Karl Marx. El segundo, cómo funciona el   sistema monetario internacional y sobre cómo y en qué se ha transformado. Hay   que dejar a la vista su condición fraudulenta y adulterada. El tercero, el   keynesianismo en su faceta más patética, despojado del inmerecido aura que se le   ha dado en la economía actual. El cuarto, la alienación, no la que pueda ser   inherente al trabajo y de la que habló Marx, sino la otra, la de la mercancía,   que desmenuza al proletariado y lo vuelve ideológicamente un pequeño burgués o   un burgués frustrado, refortaleciendo y disculpando la filosofía capitalista. Lo   define muy bien Marcuse: "La gente se reconoce en sus mercancías; encuentra su   alma en su automóvil, en su aparato de alta fidelidad, su casa, su equipo de   cocina........" 
    
    En este apartado intentaré hacerles entender qué es el   capitalismo y porqué esta crisis. Cuanta más gente haya que sepa a qué se debe,   más fácil será solucionarla. 
    Unas de las claves, como ya he dicho, es la   comprensión de esos cuatro conceptos y entre ellos principalmente qué es el   plusvalor. Para irles preparando les voy a aproximar a su entendimiento con un   ejemplo; el ejemplo de la publicidad en la mercancía, que se inserta en ella de   manera sutil, casi como el plusvalor. Vamos a ver el razonamiento. 
    Casi todo   el mundo ve normal que Messi gane tantísimos millones con el fútbol. Como Messi,   hay muchos futbolistas. En realidad la ficha de Messi se ve aumentada en gran   medida por los contratos televisivos que proporcionan posiblemente más ingresos   a los clubs de fútbol que las propias entradas. Todos sabemos también que las   televisiones se nutren de la publicidad. Cada minuto televisivo vale millones de   las antiguas pesetas. Estos millones los aportan las empresas que comercializan   sus productos y los anuncian en televisión; es de entender que la publicidad es   un componente más incluido en el producto. En el precio final del producto va a   estar incluidos los gastos de publicidad. Es decir el producto contiene en sí   mismo o cuesta: su materia prima, su elaboración, la mano de obra, el desgaste   de materiales, la amortización, el transporte, etc.. y el marqueting o   publicidad. Pero esta publicidad va más allá del costo de diseño e impresión del   etiquetado, y el pago elemental de actores y directores que realicen el anuncio.   Paga también, y a muy alto precio, los segundos televisivos que ocupa en las   diferentes cadenas terlevisivas. Tales son los precios que dan incluso para   pagar parte de la ficha de Messi. Bueno de Messi y de tantos jugadores. Los   anuncios son carísimos, pero rentableas, y el pago de las televisiones por cada   partido televisado también es altísimo. Este beneficio repercute sin duda en las   fichas.
    Millones de productos tienen dentro de sí un pequeñísimo coste   adicional que da para pagar semejantes millones. Hay que hacer notar que la   publicidad no da al producto más calidad. El producto sigue siendo igual de   bueno o de malo con publicidad o sin ella. El consumidor cuando compra el   producto compra la pequeña porción de materia prima, la pequeña porción de mano   de obra, de elaboración, etc ..Y también la porción de publicidad, porque la   publicidad cuesta dinero. Y entonces llegamos a la conclusión que quería llegar:   "Una persona a la que no le gusta el fútbol puede estar pagando indirectamente   la ficha de Messi cada vez que come un yogurt, se toma una cerveza o se compra   unos zapatos por 39 euros en el Corte inglés." Esto no sería grave si sólo fuera   Messi, pero hay muchos futbolistas. Tampoco sería grave si sólo fueran los   futbolistas pero hay muchos gremios más. Incluso ni así sería grave si no fuese   porque es el propio sistema capitalista el que se rige por reglas semejantes si   tenemos en cuenta que el plusvalor, valor que se revaloriza, funciona en cierta   medida muy semejante a la publicidad, insertado en la mercancía, sin darle al   producto más calidad, ni más sabor ni más salud, y engrosando los bolsillos de   tantos empresarios. En realidad, ni siquiera esto sería malo si no nos llevara a   un callejón sin salida, a una huida hacia delante en este sistema piramidal Si   esta crisis tan amenazante y desconocida como jamás hemos conocido, no fuera el   resultado del capitalismo voraz cuya esencia primera y original es el plusvalor,   valor que se revaloriza, valor que se volverá a invertir para generar más   plusvalor, comenzando de esta manera la huida hacia delante. Este círculo   vicioso acaba siempre en una crisis cuando se satura el mercado. Pero si ha   habido durante años una adulteración del sistema monetario internacional,   dublicando el stock monetario artificialmente, esas pequeñas crisis cada vez más   grandes no se manifiestan o tardan en llegar, pero cuando llega es la   acumulación de todas las anteriores que se han evitado mediante la inyección de   masa monetaria por encima de su correspondencia real. 
    "Toda oferta conlleva   su propia demanda", era una reglas básica en los primeros tratados de economía,   en los de Smith y Ricardo. Es lógica pura. En realidad es como decir que la   mercancía elaborada es semejante en valor a la mercancía comprada. Así parece   que es y de esa tautología dice que quiere partir el sistema capitalista. Pero   la realidad es muy distinta. Un empresario no sólo cobra por su trabajo al mando   de la empresa. Puede perfectamente poner un gerente al frente de ella, un buen   profesional, y quien tiene el dinero tiene a su disposición los mejores   profesionales a elegir, y dedicarse a vivir o a viajar. Simplemente puede   invertir. En realidad el plusvalor acumulado sustituye a la renta que el noble   continuamente recibía de sus vasallos, pudiéndose dedicar así a las artes, la   política o los viajes.
    En el benficio empresarial no sólo aparece el trabajo   del empresario, sino también aparece solapado el plusvalor que he mencionado. El   gasto de publicidad no forma parte del beneficio empresarial sino de la propia   confección de la mercancía, como si fuera por ejemplo gasto de transporte, de   almacenamiento o logística. Y esto sería lógico; lo que no es lógico es que una   pequeña parte de incremento en miles y miles de productos produzcan millones en   unas pocas personas, como en los futbolistas, porque ese incremento es   artificial. En ambos casos crea una descompensación entre el precio de   confección de la mercancía y el precio de venta de la misma. Y de esta   diferencia surge que tantos futbolistas aumenten desmesuradamente su ficha   gracias a la publicidad como que tantos empresarios sean muy ricos,   desmesuradamente ricos, gracias al plusvalor. Es sabido que un pequeño tanto por   ciento de la población mundial es el propietario de más del 50 % de la riqueza   total. Por sí solos y con sus solas manos no habrían sido capaces de atesorar   tanta fortuna aunque su tiempo se multiplicara por cien. 
    En realidad, a mí   personalmete no me importa que unas cuantas personas sean muy millonarias; ni   les tengo envidia, ai quiera. Lo que me importa y preocupa es que esa riqueza   está basada en adulterar artificialmente la ecuación entre el precio de   elaboración de la mercancía y el precio de venta final. Y no es porque pueda   suponer o ser una estafa, sino porque nos lleva directamente a un callejón sin   salida, a una crisis cada vez mayor, a un reventón del sistema de consecuencias   apocalípticas.
    Me explico. Como he dicho, hay una descompensación entre el   precio de elaboración de la mercancía y el precio de venta final debido al   plusvalor. Es decir, el dinero que se ha obtenido en la elaboración del total de   mercancías no será suficiente para comprarlas todas porque éstas aparecen con el   incremento del plusvalor, entre otras factores. ¿Entonces, como se cierra el   ciclo para seguir con una segunda tanda de producción y una tercera, etc...?   Simplemente con el crédito, con la financiación. Es por eso que el crédito se   dilata cada vez más en el tiempo y en la cantidad precisamente porque la   totalidad del plusvalor sigue aumentando, ya que es valor que se revaloriza. Por   eso es inevitable que se amplíen los plazos, surjan préstamos tóxicos, prestamos   desaforados al consumo, etc... Antes los préstamos hipotecarios no pasaban de   veinte años, ahora es muy normal que sean treinta. Los vencimientos de letras y   pagarés solían tener plazo de tres meses, ahora es bastante normal que se pague   incluso a seis. Esa es la huida hacia delante de este sistema irresponsable e   injusto; y en medio de todo los banqueros, esos empresarios que obtienen el   plusvalor de vender una mercancía muy especial, de vender dinero. El empresario   industrial nos vende los productos que nosotros mismos producimos y el   empresario banquero nos vende el dinero que nosotros mismos le dejamos para que   nos lo guarde. El dinero funcionaba como una mercancía más sometido a la oferta   y la demanda (funcionaba antes así pero ahora ya no está tan claro, visto lo   visto, con la facilidad con que lo emiten) y dicen que la esencia de la ganacia   está en función del riesgo que se corre,cuanto más riesgo más beneficio. Pero a   la vista está que cuando un banco tiene dificultades el Estado ( es decir todos   nosotros) va a socorrerlo, y si se va a pique el que más pierde no es el   banquero sino el ahorrador que ha depositado el dinero ahí. Así que no sé yo   quién corre más riesgos si el banquero o el ahorrador. La otra justificación del   tipo de interés que se cobra es que el dinero que se presta tendría un beneficio   natural en la industria si fuera utilizado. (otra vez la tautología del   plusvalor. Como el dinero en la industria es capaz de generar plusvalor por   encima de los gastos, incluido el pago del trabajo del propio empresario   capitalista, debe también primarse en la industria del préstamo porque su dueño   no puede disponer de él). Si esa fuera la razón, el ahorrador que deposita el   dinero en el banco tendría que cobrar el mismo tipo de interés que el que cobra   el banquero al prestar, salvo gastos de gestión. Pero el banquero apitalista no   sólo cobra los gastos de gestión de la tarea de organizar y administrar el   capital, (cobrando sólo su trabajo sería imposible que se hiciera millonario; ni   aun viviendo un siglo y sin gastar nada, sería capaz de amasar semejantes   fortunas) sino que se ve aumentado por un plusvalor, lo mismo que el industrial   capitalista, con la diferencia que el dinero que presta ni siquiera es suyo. 
    Bueno, como decía, hay una gran paradoja: a ti que no te gusta el fúbol,   puedes estar pagándolo mediante la publicidad parte de él cuando comes un   yogurt. Puedes estar pagando parte de la ficha de Messi que, cuando se retire,   si dispone bien su dinero y es comedido, puede dedicarse a las ciencias, las   artes, el golf, sin pegar un palo al agua, como los antiguos nobles.
    En   realidad, la revolución francesa derrocó un orden injusto y piramidal para   meternos en otro orden injusto y piramidal. Y es sobre todo injusto, no porque   repita de otra manera aquel antiguo orden de privilegios de la nobleza, ahora   encarnado en la burguesía, sino porque nos lleva a un callejón sin salida.
    He   comentado esa ecuación entre la oferta y la demanda, entre la mercancía que se   hace y la que se compra, entre la producción y la venta, y debo terminar de   explicar muy brevemente (porque todavía no estamos en materia) todos los   componentes de esta ecuación. Hemos visto que el valor total de las mercancías   que se venden es mayor que el valor total y real de las mercancías elaboradas   (el plusvalor, sea proporcionado mediante parte de apropiación de mano de obra,   como se generó al principio de la fase capitalista, tal y como señaló Marx, o   como venta especulativa del producto, tal y como sucede hoy, es lo mismo. Las   fuerzas que venden se enfrentan a las fuerzas que compran; los que tienen los   medios de producción contra los que no los tienen). Por ello en esa ecuación   tiene que aparecer un elemento más, otra incógnita, que iguale las partes. Ese   elemento es la financiación, como ya he dicho, que dilata el consumo y la   producción. Es la que iguala la ecuación para que el conjunto de mercancía   producida se iguale en valor monetario al conjunto de mercancías que acaba   comprada en el mercado. Ese plusvalor que aparece en la mercancía sólo se puede   pagar mediante el crédito, ya que los sueldos totales de elaboración son   inferiores al conjunto total del valor de la mercancía puesta en el mercado,   precisamente por el plusvalor. El mecanismo capitalista es una huida hacia   delante, como ya he dicho anteriormente y que recalco otra vez para hacer   entender que el sistema financiero y la adulteración y duplicación del sistema   monertario internacional son la clave para entender cómo hemos llegado a esta   situación, a esta crisis que ya está empezando a dar miedo. 
    Quizá deba   explicar el asunto más detenidamente y eso es lo que voy a hacer. 
    
  
    Marx
      Fue Karl Marx el que describió con precisión los ciclos   económicos. Se podían observar su devenir mediante los cambios que sufría el   tipo de interés y el dinero a lo largo de los ciclos. Estableció todas las   posibilidades del proceso económico, revisando las teorías de Smith, Ricardo y   otros economistas que le precedieron y estableció las ideas principales del   comportamiento de los precios, la oferta, la demanda y el tipo de interés, que   es en circunstancias normales el precio del dinero. Su principal aportación   económica fue poner de manifiesto lo que el llamó "Plusvalor", "valor que se   revaloriza", como el componente más escondido y disimulado que llevan todas las   mercancías en su composición final (materia prima, mano de obra obrera, mano de   obra empresarial, desgastes de la máquina, amortizaciones, etc...más lo que él   llamó plusvalor) como consecuencia de la apropiación del capitalista del valor   de la mano de obra, que es de donde se saca el plusvalor, pagándola por debasjo   de su valor real. Al ser poseedor de los medios de producción, de los medios de   difusión y venta de las mercancías, está en disposición de manejar el precio de   los productos, porque sólo el puede saber su valor real. Su libro "El Capital"   es un libro claro para el que quiere ver, para el que quiera oír. Se ha ignorado   deliberadamente. Se prohibió, se persiguió, y ahora que nada se teme su   influencia, se arrincona en los estantes de economía. Habló de la concentración   de poder económico en pocas manos, de los trucks o compañías que hoy llamamos   multinacionales como destinadas a acaparar el poder económico como consecuencia   de la concentración de capital y medios de producción. Habló de la caída de la   tasa de ganancia, algo que no se ha entendido, parece, todavía porque han   cambiado las estructuras económicas mundiales. Esta caída se entiende que   ocurriera lógicamente bajo el sistema monetario que se practicó en el tiempo en   el que le tocó vivir: el inflexible sistema monetario patrón-oro. Ha ocurrido   todo lo contrario, precisamente por el nuevo sistema patrón-cambio-oro, que es   en realidad el patrón-dólar; y es precisamente esto una de las claves para   entender esta crisis actual y para que las advertencias marxianas no se hayan   manifestado hasta ahora con toda su crueldad en la economía que nos ha   precedido. Hay que decir también, para hacer honor a su profecía económica   descrita en su libro "El Capital", que ya señaló que en algunas fases del ciclo   capitalista sería muy difícil distinguir cuándo un alto beneficio es   consecuencia de una determinado planteamiento económico y cuándo es de la   especulación. Así mismo comentó que algunas empresas en el momento antes que   precede a la manifestación inminente de la crisis global aparecerían comprando o   absorbiendo otras empresas, haciendo pensar o creer en su fortaleza empresarial   y económica, cuando en realidad solía ser una huída hacia delante para proveerse   de liquidez. No nos es raro hoy día ese comentario.
      La máxima enseñanza de   Karl Marx en economía que nos legó es descubrir y hacernos entender la esencia   del "plusvalor". De ese hecho insignificante nace toda la teoría de su libro El   Capital porque sin entender aquél es imposible interpretar éste. Creo que más se   puede decir. El Capital, libro arduo donde los haya, que necesita la extensión   de seis volúmenes de libros de medida estándar, es la continua insistencia en   hacer entender la naturaleza del "plusvalor". Entender lo injusto de esta   apropiación de valor, de este robo a escondidas, es entender la injusticia del   capitalismo y su loca huida hacia delante y del futuro que nos espera, porque lo   que mal empieza acaba peor.
      Creo que se ha podido entender la naturaleza   escondida del plusvalor con esos ejemplos anteriores que he colocado, o con el   ejemplo de la publicidad como elemento comparativo. En el Capital se razona   minuciosamente sobre su naturaleza escondida en la mercancía y robada a la   fuerza de trabajo, porque la fuerza de trabajo es el único factor en los medios   de producción que es difícilmente mensurable, que no se puede medir con metro.   Es cierto que obedece a los mismas fuerzas económicas de la oferta y la demanda   como cualquier otra mercancía, pero es muy difícil saber cuánto vale la fuerza   de trabajo de un obrero (no sólo su fuerza física, también su fuerza   intelectual, su habilidad, su constancia, sus ocurrencias, etc..) y es muy fácil   pagarla por debajo de su valor real, de manera que rompa la ecuación entre el   valor del producto elaborado y el producto final vendido en el mercado. 
      No   puedo relatar aquí la esencia del plusvalor. Quien quiera conocer su verdadera   naturaleza tendría que leer el Capital. Explica por ejemplo cómo una empresa se   puede ir a la quiebra; pero el beneficio empresarial por encima de su trabajo   real, del trabajo real de los empresarios por su gestión burocrática y   supervisora, no obedece al riesgo, sino al plusvalor. Porque su reflexión mide y   estudia los hechos desde el beneficio medio, del beneficio de la suma del total   de beneficios y pérdidas. De igual manera el beneficio abarca todos los campos y   el capital se traslada de manera hidraúlica hacia la mayor rentabilidad, de   manera que el beneficio se iguala. No habla de la habilidad de este empresario y   de la torpeza del otro, sino que los iguala al beneficio medio que es siempre   mayor que el trabajo elaborado. El Capital son muchas páginas y dice muchas   cosas. Por ejemplo: De qué y cómo está compuesta una mercancía para saber su   valor real y entender el plusvalor. O los ciclos económicos, en los que se puede   observar la diferente oscilación del tipo de interés, que es el precio del   dinero y que se comporta como una mercancía más. Mediante los tipos de interés   se podía saber en que fase estaba la economía. Antes de la crisis final en el   que desembocaba un ciclo, como consecuencia de una saturación de productos en el   mercado, mayor que lo que el mercado podía absorver, se daban una sintonía de   subidas o bajadas en el tipo de interés y en los precios de las mercancías.   Antes de la crisis había como cuatro formatos standar del comportamiento de la   economía, cuatro fases consecutivas antes de la crisis para pasar después a un   nuevo ciclo, cada vez más violento a medida que se sucedían los ciclos. En la   última. en la fase de crisis, los precios caían como consecuencia de la   saturación de mercancías y los tipos de interés subían como consecuencia de la   demanda para hacer frente a impagos y operaciones, hasta el punto que podía   deborar el propio beneficio empresarial. 
      Bueno, es posible que los precios   cayeran, aunque no estoy seguro. Hace tanto tiempo que lo leí que no estoy   seguro. Pero importa muy poco y explico por qué digo esto. En teoría es posible   que los precios caigan, primero porque no hay demanda, hay menos dinero para   comprar mercancías por el aumento del paro y por la subida de interés (eso   ocurría antes) o porque se ha cerrado el grifo del préstamo (eso ocurre ahora   también), y encima hay una sobresaturación de mercancías. Luego es posible que   caigan. Pero en realidad es más complejo porque interviene el mercado   internacional y en el tiempo que escribió Marx El Capital no habia sucedido la   reunión en Bretton Woods (1944) ni se sabía lo que era la curva de Phillis.   (Tampoco le hacía falta porque curiosamente esta crisis que estamos viviendo se   parece en mucho a las descripciones que él hizo del desarrollo de las crisis, y   que eran siempre de sobreproducción y cuello de botella del capital financiero o   falta de liquidez)
      Como digo, antes de esta crisis actual, que es diferente   porque es a escala mundial, cuando un país entraba en esa fase, solía acontecer   que los tipos de interés estaban muy altos y los precios también. Es razonable   por dos motivos. Uno interno y otro externo. (Esto ocurría a raíz de Bretton   Woods, cuando el dólar era la moneda única sobre la que se estructuraba la   economía; el dólar era convertible en oro, pero la paridad entre ellos dos   estaba confeccionada de manera artificial. Ahora ha cambiado bastante con la aparición del Euro en escena) Es evidente que entre el tipo de interés de la moneda en un país concreto y el tipo de cambio internacional con los demás países comerciales hay una relación encadenada, una relación directa. Cuando la inflación subía mucho en un país, éste se veía obligado a subir los tipos de interés para enfriar la economía. Establece de esta manera en teoría que haya menos dinero monetario en circulación y caiga o se mantengan de esta manera los precios al descender la demanda por el menor poder adquisitivo. (ésta es la teoría que nunca sucedía porque entran los procesos especulativos, el mercado negro de dinero, el endeudarse a largo plazo en el mercado de futuros en moneda que va a ser devaluada , o que el importador de ese país se apresure a pagar antes que la moneda se  devalúe y el exportador de ese mismo país reciba el dinero a último plazo, etc...El país afectado sostenía un pulso contra la especulación y casi siempre salía perdiendo al no poder mantenerse en los márgenes que establecía los acuerdos de Bretton Woods sobre la fluctuación y acababa devaluando. Son asuntos en los  que no me voy a extender). Esto sucedía dentro del país. Fuera, en los mercados internacionales sucedía lo mismo pero se ve de otra forma. Se da el caso que un alto precio de los productos activa la importación y frena la exportación, evidentemente. Esto hace que haya un gran déficit comercial en ese país, es decir, es deudor de otros países y su moneda no puede llegar a pagar todas esas deudas si se  requiere su conversión real  con relación al oro, y el sistema monetario internacional era eso lo que decía. Se dice entonces que esa moneda esta sobrevalorada o lo que es lo mismo que había demasiada moneda circulando en el mercado internacional y se veía obligada a establecer su valor real. Sucedía precisamente esto por la duplicación del sistema monetario internacional, que estaba adulterado, y permitía subrepticiamente respaldar la economía en dos sitios a la vez, algo descabellado y que contradecía al propio sistema (véase el texto que añado al final, que escribí en mi primer libro que publiqué y que no fue otra cosa que volver a recrear las advertencias que Jaques Rueff recalcó a finales de los sesenta sobre el peligro de mantener este fraudulento sistema monetario internacional. No se le hizo caso y ahora estamos así)
      No me voy a extender más sobre este tema. Sólo quiero decir que con la aparición del euro se estableció una estabilidad en la zona Euro, como se pretendía, pero se ha desencadenado una verdadera y peligrosa desestabilización mundial. No se debe a que haya hecho escena en el mercado internacional el euro, aunque tal vez lo haya acelerado. Se debe en realidad a la duplicación del sistema monetario internacional, que mencionó Jacques Rueff, a la adulteración, al fraude de semejante sistema en el que siempre salían perdiendo los países más pobres, y a la larga todo el mundo, como ya ha sucedido.
      Pero en realidad, a fin de cuentas todo nos lleva al plusvalor, valor que se revaloriza, nos retrotrae a Karl Marx que nos advirtió del peligro del capitalismo, de la desigual repartición del trabajo y la riqueza, del peligro de querer hacer rico al pobre a cuenta de hacer riquísimo al rico. El 5% de 100 pesetas no es lo mismo que el 5% de 1 millón de pesetas, ni en términos absolutos ni en términos relativos.
      "De cada cual según su posibilidad y a cada quien según su necesidad". ¡Qué mundo habríamos tenido si hubiéramos seguido su consejo y que mundo tenmos por no haberlo hecho!
    
      
      
    En todo caso, hay dos   partes diferenciadas en la doctrina de Marx: una es su filosofía y otra su   apartado económico, que fue secundario y se forjó al amparo de la filosofía y   por la filosofía, para hacerla entendible.
    La primera la dejaremos a un lado.   Éste no es el apartado de filosofía, aunque debo decir que para poner en   aplicación activa las difíciles abstracciones de la filosofía de Hegel, hace   falta una capacidad intelectual enorme. Primero, para entender correctamente al   máximo exponente de la filosofía idealista; después para concebirla de otra   manera y aplicarla a algo concreto. 
    Podemos entender que "El Capital" es un   tratado de economía en toda regla que debemos tomar como referencia si queremos   entender la crisis actual. Hay que pensar que el avance en la teoría económica   se apoya en la antigua teoría y sale de ella. Marx creyó entender que la teoría   económica clásica era un fraude. Si algo hemos interpretado mal antes y   edificado irresponsablemente sobre ello tendremos que revisar nuevamente la   cimentación, si no queremos un desastre.
    Para mí, al menos, el plusvalor   tiene plena vigencia, valor que se revaloriza. El crack del 29 está escrito ya   en El Capital como algo que no podía dejar de pasar. Lo único que no se   especificó fue la fecha exacta, pero advirtió lo irremediable. Más aún. Mucho   antes pudo ocurrir. En realidad lo que creo que sucedió es que el rígido sistema   monetario internacional patrón-oro se relajó un poquito y pudo ser algo más   flexible mediante un autoengaño consentido. Esto alejó en el tiempo la crisis   pero desgraciadamente reforzó su violencia, como un tornado que tarda en   manifestar su virulencia. Lo pienso así porque Jacques Rueff, que más adelante   será protagonista en uno de los apartados, fue testigo en primera persona de la   duplicación de capitales, de la función activa de los mismos capitales en dos   sitios a la vez; esto tensionó primero sobre manera la sobreproducción en   general y más tarde, ante el más mínimo problema de crédito, causó la falta de   credibilidad y la rotura final del sistema financiero. 
  
Keynes.
    John   Maynard Keynes ha sido el principal inspirador del orden económico mundial,   surgido a partir de la segunda guerra mundial y hasta nuestros días, en los que   parece que ya no quede inspiración posible. En algún lugar leí decir a Lord   Keynes que Marx no había añadido nada relevante o nada nuevo a la teoría   económica. No compartí en absoluto esa opinión e incluso ponderé que realmente   había sido precisamente al revés. Leí hace algunos años El Capital en 6   volúmenes de una edición creo que argentina. Algún tiempo después leí la única   obra de Keynes que conozco en un volumen normal: Teoría general de la ocupación,   el interés y el dinero. Desde luego no es por la diferencia en la cantidad de   palabras de ambas obras por lo que tomé ese criterio de considerar El Capital   mejor libro. 
    Del Capital ya he mencionado las cuatro o cinco cosas   importantes que aprendí:
    la esencia íntima de la composición de la mercancía   capitalista facturada o elaborada en la que se encuentra inherente el plusvalor,   que en principio surge por la apropiación de una parte extra de la fuerza de   trabajo por parte del capitalista. Éste es dueño de esa fuerza en el momento que   se intercambia por un salario, en el momento que el obrero vende su fuerza de   trabajo por dinero o, lo que es lo mismo, mercancías, ya que el dinero es el   denominador común de cualquier mercancía , incluida la fuerza de trabajo. El   capitalista es el poseedor de la materia prima, las máquinas y la fuerza de   trabajo. Explicar cómo surge el plusvalor o cómo se apropia el capitalista de   él, sería volver a relatar otra vez El Capital. Y eso quien mejor lo hace es el   propio Marx. 
    Lo que haré es describir mi propia versión actual de la   producción del plusvalor. Ahora mismo, tanto da que el capitalista se apropie de   parte de la fuerza de trabajo como que el producto salga con un precio superior   a su coste real. Es decir el plusvalor no se obtiene en este caso por la compra   de la fuerza de trabajo sino en la venta de la mercancía

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