La ley de Say: "Toda oferta conlleva su propia demanda".

Esta frase es un axioma sobre la que se ha edificado la economía capitalista. Fue el principio básico de los economistas clásicos Adam Smit y Ricardo. Sobre la teoría de éstos, Karl Marx nos ilustró con la explicación rotunda del capitalismo y sus contradicciones. Descubrió un elemento muy escondido en la dinámica del intercambio capitalista al que llamó "Plusvalor". El plusvalor es valor que se revaloriza y surge de la apropiación ilícita del empresario o productor de parte de la fuerza de trabajo que aporta el obrero. Este nuevo componente (es difícil entender el capitalismo si no se entiende bien el concepto de plusvalor) mostrado a la luz puso claro que la ley de Say se quedaba obsoleta puesto que nunca la demanda alcanzaría a la oferta porque el plusvalor recaía siempre en las manos del empresario y se quitaba de las del obrero, es decir de la demanda potencial. Siendo así, la oferta inevitablemente sería mayor que la demanda. Este desfase en la ley de Say se paliaba para salir del paso con la emisión de más moneda en el mercado, es decir con el préstamo masivo aliviando ese desequilibrio entre las partes, que siempre terminaba en inflación. Tarde o temprano había que hacer cuentas y se acababa inevitablemente en un crack. Marx definió con clarividencia las 4 partes de cada ciclo antes de la bancarrota para de nuevo comenzar el ciclo siguiente que superaba al anterior en virulencia. Marx no inventó el comunismo; simplemente nos advirtió de las contradicciones del capitalismo, de su huida hacia delante, del callejón sin salida al que nos llevaría si no nos apartábamos de ese modo de producción y repartición desequilibrada de la riqueza. Más tarde llegó Jonh Maynard Keynes con su libro "Teoría general de la Ocupación, el Interés y el Dinero" y la cantinela de que Marx no había aportado nada nuevo a la teoría económica.(Quien haya leído El Capital y este librito último mencionado se dará cuenta de que precisamente fue lo contrario, y no sólo por el volumen físico de ambas obras) La única aportación novedosa (eso no quiere decir que fuera afortunada, verdadera o beneficiosa) que realizó este economista inglés fue la idea de que en épocas de recesión el Estado debía tomar las riendas y ejercer la inversión para motivar el consumo, que a su vez dilataría la producción (es decir aplicar de nuevo la ley de Say). Apostillaba que una vez pasada la recesión el Estado debía enfriar la economía de nuevo, algo que resultaba imposible. Este principio de intervención directa del Estado se tradujo después en intervención indirecta mediante la argucia de inyectar moneda en el mercado o sacarla de él con varios mecanismos disponibles. El mundo capitalista creyó poder regular así los mercados financieros y mercantiles mediante el control de la masa monetaria, pero fue un espejismo y una peligrosa mentira colectiva. Esa idea brillante a lo único que contribuyó fue a perpetuar el déficit público. Si ya he mencionado que la ley de Say queda obsoleta porque el plusvalor descompensa el reparto, seguirá sucediendo lo mismo aunque el Estado inyecte continuamente moneda en el mercado. Es más, parte o todo de ese déficit perpetuo se ira poco a poco a manos del capitalista. Mucho más sucederá: los bancos prestarán en más altas cantidades tanto al consumo como a la producción, de manera que también se dilatará en aumento del crédito a la vez que el déficit público. Pero hay un elemento más definitivo que deja pequeño los otros dos en la consolidación de la huida hacia delante. Se trata de la duplicación del Sistema Monetario Internacional, que es mucho más determinante que los otros dos mecanismos viciados que he mencionado.
En 1944, después de la segunda guerra mundial, se instauró el sistema monetario Patrón Cambio-Oro sustituyendo al antiguo Patrón Oro. Este nuevo patrón consistía en que el dólar era la moneda patrón en el intercambio comercial internacional. Aparentemente nada cambiaba puesto que el dólar era convertible en oro. Sin embargo en el fondo cambió todo, como explicó Jaques Rueff en los años sesenta. Este economista francés fue el autor del libro "El pecado monetario de Occidente" y en él explicó con clarividencia cómo se duplicaba el sistema monetario internacional. Los comerciantes e importadores convertían los dólares que llegaban a sus manos por moneda nacional en los bancos centrales europeos. Después estas divisas eran colocadas de nuevo en los bancos americanos a corto plazo por los propios bancos centrales. Este mismo dinero estaba respaldando la economía en EE.UU puesto que el dinero era devuelto ahí, y la de los estados europeos, puesto que eran divisas en las reservas de los bancos centrales porque podían reclamarlas cuando quisieran. Es decir, un mismo dinero estaba respaldando dos economías a un mismo tiempo, o lo que es lo mismo el stock monetario se estaba duplicando artificialmente.
Ese dinero en teoría era oro porque según el sistema patrón Cambio-oro siempre era convertible en ese precioso metal. Pero en la práctica se tenía que reclamar cuando precisamente se necesitaba a ambos lados del océano, cuando la crisis se daba a nivel mundial y en esos casos se tomaban mediadas extraordinarias, como por ejemplo hacer que el dólar flotara, como sucedió en 1971.
Hay que tener presente este grave problema. Es el dinero el que está respaldando dos economías al mismo tiempo. Como esos dólares son convertibles en oro, los bancos centrales europeos sostienen su moneda, su liquidez nacional, su tipo de interés con respecto a esos dólares puesto que aunque están en EE.UU. colocados a corto plazo es como si fuera oro guardado en las arcas de su banco central. Por otra parte, aunque ese dinero no pertenece a EE.UU. se encuentra físicamente en EE.UU. y participa activamente en la oferta y la demanda del dinero, es decir en el tipo de interés del dólar. Por lo tanto el mismo dinero participa en respaldar y confeccionar el tipo de interés en el país acreedor y hace lo mismo en el país deudor, puesto que el tipo de interés no sube como debiera porque el dinero regresa de nuevo al mercado americano. Si los dólares hubieran emigrado hacia Europa y después intercambiados por oro el resultado sería que el oro de las arcas de For Nox habría descendido y la circulación monetaria interna habría disminuido o lo que es lo mismo, tendría que haber subido su tipo de interés. Sin embargo el dinero no escaseaba puesto que volvía desde Europa otra vez hacia EE. UU. Esto sólo podía ocurrir porque el dinero global en todo el mundo se estaba duplicando fraudulentamente. El dinero mundial, como dijera Jaques Rueff se estaba duplicando con la problemática que a la larga supondría tal proceso.
Existen tres pruebas de que eso era cierto. La primera la mencionó Jaques Rueff en su libro. Demuestró con números en la década de los sesenta que mientras la balanza comercial de EE.UU. era positiva su balanza de pagos resultaba negativa. Los dólares emigraban a Europa en busca de inversión exterior o simplemente compraban moneda nacional para invertirla ahí puesto que el tipo de interés estaba más alto. Como ya he dicho estos mismos dólares intercambiados por moneda nacional eran colocados de nuevo en el mercado americano. Esto sólo puede ser debido a la duplicación de dólares en curso, es decir a la duplicación del Sistema Monetario Internacional.
La segunda es la relación entre los precios de los productos y el precio del oro. La teoría decía que todo el oro de una nación se equiparaba con todas las mercancías de esa nación. Al principio las monedas eran oro en peso y tal mercancía valía tal moneda, es decir tal peso en oro. Después las monedas, que ya no contenían oro en su interior, pasaron a ser el sustituto de ese oro, de manera que una peseta, un dólar o un franco valían tanto peso de oro.Más tarde las monedas del mundo se contrastaban con el valor del dólar, con su valor de cambio y éste era validado por oro. Como la cantidad de oro cada vez era más difícil y más caro de extraer y las mercancías se generaban cada vez a escala más acelerada tenía obligadamente que pasar lo siguiente: o bien los precios de las mercancías caían o bien ascendía el precio del oro. Era el resultado de dividir la misma parte de oro o poco más que se hubiera extraído contra el doble o triple o cuádruple de mercancías. Sin embargo el precio del oro no subía en la misma proporción. Se mantenía artificialmente a 33 dólares la onza. Si los precios subían paulatinamente era porque se estaba duplicando o triplicando los dólares que se correspondían contra ese oro.
La tercera prueba es irrefutable. Como venía diciendo Jaques Rueff durante los años sesenta el dólar dejaría de ser convertible en oro porque se estaba duplicando artificialmente. Eso sucedió en 1971 cuando Nixon anunció que el dólar ya no era convertible en oro y que se dejaba flotar. Tal salida no deja de reproducir más moneda artificial en el mercado, sino todo lo contrario. Es por ello que hemos llegado a esta crisis de saturación de mercados, de sobreproducción, de especulación y de repartición desigual, desproporcionada e injusta. Estaba cantado que esta crisis llegaría. Lo dijo Marx y lo dijo Rueff. Lo que está claro también es que no la hemos pasado ni la pasaremos totalmente. Aunque parezca que la hemos superado o la podamos superar, la siguiente será definitiva porque el problema se lanza siempre hacia delante y la acumulación cada vez es más grande. Es la eterna huida del capitalismo hasta que un día se encuentre sin remedio sin poder escapar, de frente con su problema, de frente consigo mismo. Ese día será definitivo. Ya no habrá posibilidad de escape

Las soluciones:

             -La socialización paulatina a nivel nacional y a nivel mundial. No debe ser un proceso rápido y traumático sino lento y sosegado. Cuando hablo de socialización no me refiero a esos gobiernos que se autodenominan socialistas y fomentan y proliferan el capitalismo a ultranza. Todos los gobiernos occidentales llamados así son gobiernos inclinados y doblegados al capitalismo. De socialistas no tienen nada. Reparten la riqueza como cualquier gobierno burgués. Incluso los propios dirigentes se han aburguesado. Incluso nosotros los obreros somos burgueses fustrados, tenemos vocación de burgueses sólo que no podemos serlo. El egoísmo y la insolidaridad crece en el alma humana con esta filosofía capitalista porque el hombre se reconoce en sus mercancías. (De hecho este gobierno socialista socializa la miseria y privatiza la riqueza. La venta de los principales aeropuertos y de las empresas energéticas son la prueba irrefutable. Se camina para atrás y en sentido inverso)

             -Los ricos tendrán que dejar de ser paulativamente menos ricos para que los pobres sean menos pobres. Hay que desandar el camino andado. La tecnología, la maquinaria, las investigaciones y los inventos tendrán que rentabilizar el bienestar general y no la avaricia, autoestima y el estatus personal de unos pocos elegidos que tienen el poder y el control de los medios de producción. (sucede precisamente al revés)

              - El mundo tendrá que buscar la forma de encontrar y almacenar energía sin dejar de producir medios de consumo porque la energía es la clave de todo. Si la fuente de energía fuera ilimitada el capitalismo seguiría indefinidamente, separando más las clases entre sí, pero sin riesgo de caer en el caos, la revuelta o la revolución. La repartición desigual no importaría porque siempre habría algo que poder repartir. Pero eso no es posible sin encontrar una energía limpia e inagotable. La clase ociosa tendrá que ser rmovilizada para crear energía aunque no sea rentable. Puede no serlo para el individuo capitalista, pero sin duda será rentable para el conjunto de la población mundial.

             - No hay que olvidar que la clase burguesa utilizó al proletariado, del que surgió, para derrocar a la nobleza cuyo punto de ignición fue la revolución francesa. Una vez abatido aquel sistema injusto montaron otro que se ha vuelto con el tiempo reflejo exacto de aquél. Primero los imitaron, comprando y adquiriendo grandes posesiones, arte, edificios monumentales, etc...Si los nobles cobraban los impuestos del pueblo y se enriquecían mediante el esfuerzo y el trabajo de éstos, los burgueses ya no cobran impuestos directos mediante el recaudador, pero sí indirectos, subresticiamente, de una manera que es muy difícil verla. El impuesto recaudado está en lo que Marx llamó plusvalor, que se encuentra en la mercancía. El plusvalor es valor enajenado, trabajo que se le quita al obrero y pasa manos del burgués de la misma manera que el noble mandaba a su recaudador para quitar parte de la riqueza del campesino y del artesano mediante el impuesto alegando que las tierras eran suyas de la misma manera que el burgués dice que son suyos los medios de producción (y con ellos los inventos, las patentes, los cerebros de las personas más inteligentes, etc... en fin todo lo que se puede comprar). Se ha generado un sistema piramidal muy parecido al de los reyes, marqueses, condes, duques, etc...Ahora en lugar de en títulos se miden en fortunas. Con el tiempo esta pirámide agudizará su punta. Si es que no revienta esto antes, porque el capitalismo no tiene salida buena, a no ser que le busquemos un final pacífico, controlado y consensuado.

                 - El capitalismo no sólo se da entre individuos y clases sociales. También se da entre naciones ricas y pobres. De la misma manera que el burgués esquilda al obrero las aciones ricas esquildan a las pobres. La duplicación del sistema monetario internacional fue un sistema de estafa y de lograr ventaja.

                 - Para entender la esencia del plusvalor, que es el impuesto del capitalismo, les pondré un ejemplo parecido. Messi, Ronaldo, David Villa, Casillas, etc...ganan unas cifras astronómicas. Parte de su ficha está costeada por los derechos de los partidos televisados, es decir por la publicidad. Cada anuncio en la televisión vale millones de las antiguas pesetas y este dinero pasa a engrosar las fichas de estos jugadores. El dinero gastado en la publicidad del anuncio es un componente más de la mercancía y encarece el producto en proporción, de la misma manera que lo hace la materia prima, la elaboración, la mano de obra del obrero, la amortización de la maquinaria, el trasporte, etc... Supongamos que esa mercancía es un yogourt, por ejemplo. Esa publicidad no le aporta al producto ningún valor nutricional pero el individuo paga la tasa de publicidad del producto como un coste más. Resultado: una persona a la que no le gusta el fútbol puede estar pagando la ficha de Messi, Ronaldo y otros. La tasa de plusvalor o plusvalía es semajnte a esta tasa invisible de la publicidad y más cara. Da lo mismo que el empresario se apropie de ella al comprar la fuerza de trabajo, como sucedía al principio del capitalismo, que al vender al obrero el producto que el mismo ha realizado con la tasa de plusvalor incluida. El resultado es el mismo. Los obreros no podrán comprar todas las mercancías a no ser que los bancos les presten más dinero y a plazo cada vez más largo o que el estado se endeude con déficit público para contrarrestar esa diferencia entre la oferta y la demanda por el efecto del plusvalor. Las crisis son siempre de sobreproducción en el sistema capitalista. No es por falta de liquidez, eso es el síntoma pero no el problema. El problema es la repartición. Tarde o temprano tendremos que volver a repartir mejor el trabajo y la riqueza porque esta forma de repartición y producción nos lleva al abismo.

El sistema capitalista tiene los días contados porque de no ser así quienes los tendremos contados seremos nosotros, el mundo entero, incluidos los capitalistas ya que vamos en el mismo barco y no nos podemos bajar. Aunque se extinguieran los burgueses capitalistas, de los propios obreros volverían a salir de nuevo capitalistas igualitos a los anteriores, calcados, como sucedió en el pasado. Por lo tanto no deben desaparecer los capitalistas sino el sistema capitalista. No hay remedio a la codicia, la llevamos todos en la sangre, incluso los obreros, incluso los pobres. ¡Qué le vamos a hacer! Pero al menos deberíamos hacer algo para que este sistema común evite la codicia, de igual manera que intenta evitar la violencia.


Las soluciones que están adoptando para combatir la crisis es cosa de locos. Quieren mantener el mismo tejido productivo con menos consumo y eso es imposible. Se han limitado a contener el déficit público y a mantener a raya los préstamos de los bancos para que no presten más allá de sus reservas. Precisamente estos dos agujeros de liquidez eran los que equilibraban la balanza entre la oferta y la demanda. Los ricos son demasiado ricos y en la plusvalía o plusvalor se llevan más trozo del pastel que el de los consumidores, que consiguen equilibrar la balanza por el lado del consumo mediante el préstamo y el déficit público.
La crisis ha sido una crisis de sobreproducción. Quieren volver a la misma tasa de empleo, a la misma sobreproducción, con menos consumo y es imposible. La tercera medida que quieren adoptar es bajar directa o indirectamente el sueldo de los obreros, pensionistas y demás. Otra vez se lesiona el consumo y si cae el consumo caerá la producción y aumentará el paro.
En lugar de apuntalar la crisis por el lado de abajo, por las clases más desfavorecidas, deberían mirar hacia arriba. Existen 72 paraísos fiscales ubicados por todo el mundo. No es sólo el problema de que evaden impuestos, que esos sí contribuirían a paliar el agujero del déficit público, sino que además es un dinero incontrolado por el Fondo Monetario Internacional y es motor y causa de la sobreproducción y de la especulación, y también son responsables de la duplicación del sistema monetario internacional (son los que prestaban hasta ahora a los bancos nacionales para que pudieran a su vez prestar por encima de sus posibilidades. ¿O se creen que ese dinero en los paraísos fiscales es un dinero que está parado?).
Deberían mirar hacia arriba en lugar de machacarnos por abajo. Si no vuelve a haber una redistribución equilibrada del trabajo y la riqueza en todo el mundo la solución seguirá siendo una huida hacia delante. Aunque consigamos superar esta crisis, la siguiente será definitiva.
La cercana huelga del día 29 la gente la enfoca como una crítica hacia el gobierno de Zapatero. En realidad es una crítica contra este gobierno, contra el de Rajoy, que haría lo mismo, y contra las directrices impuestas de la CEE. Es decir es una respuesta o debe ser entendida como una respuesta al Capitalismo, que se empieza a revolver en su propio vómito, en su propia contradicción.

Aunque lo escribí antes de la huelga general del día 29, por pereza no lo he subido. Como creo que el texto se mantiene actual, lo coloco en esta ocasión