El enigma de la Gioconda

Hace algunos años, mirando el retrato de La Gioconda, se me ocurrió colocar una cuartilla de papel tapando toda la parte inferior; después hice lo contrario, tapé la parte superior. El resultado confirmaba lo que ya antes intuía: entre los ojos y la boca existe una descoordinación. Mientras los ojos ríen, la boca está mucho más seria. Cuando alguien se ríe tensa los músculos de la cara, eleva los pómulos y el resultado directo es el pliegue de los párpados inferiores de los ojos por una parte, y por la otra dos acanalamientos que parten de la base de la nariz y adornan la boca con un paréntesis piramidal. La Gioconda tiene los párpados inferiores prominentes como si en lugar de sonreír, estuviera riendo. Por contra, en la nariz no existen esos pliegues. El pintor comienza el abultamiento de los carrillos de la cara pero al llegar a la comisura de la

boca lo frena. Por otra parte eleva un poco el lado derecho de la sonrisa (el izquierdo de la Gioconda), haciéndolo un poco más pronunciado que el del otro lado.
Hace algunos meses se dio una explicación de la sonrisa de la Gioconda por parte de Margaret Livingstone, de Harvart. Sustenta que el enigma es una ilusión óptica debido a que el ojo humano posee una visión periférica para reconocer sombras. Dice:
"La Gioconda parece sonreír si no se le mira a la boca". En realidad no es una ilusión óptica sino una ilusión pictórica. La boca está mucho más seria que los ojos. La prueba de la cuartilla de papel es irrefutable. Coloquen una cuartilla sobre la boca, después sobre los ojos, después sobre la boca, así sucesivamente y saquen conclusiones. Verán que existe una descoordinación entre los ojos y la boca. Los ojos sonríen más que la boca. Si acaso la parte derecha de la sonrisa (la izquierda de la Gioconda) está más sonriente, pero el carrillo de la cara aparece un tanto artificial, un tanto imposible. He colocado por separado los ojos y la sonrisa en sendas fotos. No es lo mismo que ver las dos posiciones con la cuartilla de papel, tapando la parte que no se quiere mostrar porque las dos imágenes juntas se contagian y nos confunden.

Así colocados ojos y boca, ambos parecen más serios de lo que realmente son. Los ojos son muy sonrientes. Lo delatan los párpados. Los de abajo están sombreados, como si se produjera un fuerte contraste de nivel entre el pómulo y la parte inferior del ojo. Además los párpados de arriba se ven más de lo normal y hace que los ojos estén achicados, como cuando se ríe. El hecho de carecer de cejas hace que el entrecejo parezca horizontal y que se aminore esa sonrisa de ojos. La boca es seria pero la elevación de uno de los extremos la hace un poco más alegre. El hecho de estar ambos fragmentos juntos contamina la expresión de ambas partes. Por eso hay que verlas separadas, tapando una de las partes para entender mejor la expresión.
No estoy de acuerdo con Margaret Livingstone. La prueba de la cuartilla suprime la visión periférica. Miramos directamente la boca y miramos directamente los ojos, solo que de manera alternativa. Y aquí no nos encontramos nada raro entre la sombra y la luz. Lo que nos encontramos es que realmente los ojos sonríen más que la boca. No es que parezca que la Gioconda sonría si no se le mira a la boca, es que realmente sonríe. Para demostrar que el enigma no es una ilusión óptica sino una ilusión pictórica de los pinceles de Leonardo, utilizaré el photoshop.
Lo que en realidad hizo da Vinci fue una metáfora estática sutil: unir en una misma imagen dos imágenes imposibles, como la de un hombre que a la vez es un caballo o un hombre que también es un toro. Aquí muestra una mujer que sonríe y no sonríe a la vez.
He llamado metáfora estática a la imagen de un Centauro o de un Minotauro. Ya enuncié lo que era para mí una metáfora estática, pero quiero recordarlo aquí otra vez. La definición de metáfora la tomo de Borges: "Es una yuxtaposición de dos imágenes. Momentáneamente una se vuelve la otra". En el caso del Centauro o del Minotauro no son a veces hombre o a veces animales; son una sola imagen, una no sustituye a la otra momentáneamente, sino que las dos comparten protagonismo por igual. Algo es un caballo pero también es un hombre; no es que ahora sea caballo y luego un hombre, sino que es caballo-hombre de una vez. A esas imágenes que no se mueven ni se sustituyen las llamo metáforas estáticas porque siguen siendo la yuxtaposición de dos imágenes.

He tomado una fotografía de una muchacha cuyos ojos presentan una expresión bastante parecida a la pose de los ojos de La Gioconda. El pliegue del párpado inferior es bastante parecido en ambos  casos. Sólo  la ausencia de cejas  en  La Gioconda  hace su gesto un  poco
He combinado la parte inferior de la chica con la superior de la Gioconda y la inferior de la Gioconda con la superior de la chica.
El resultado final es que hay cuatro caras probables, pero sólo una es realmente de verdad, aunque todas ellas son verosímiles. La afirmación de que la sonrisa de La Gioconda se debe a un efecto pictórico y no óptico se manifiesta en la foto tercera. Esa pose de la tercera foto parece natural, parece que verdaderamente pueda existir, pero sabemos que es imposible porque la verdadera cara, la cara de la foto cuarta, nos dice que a esos ojos les corresponde exactamente la sonrisa de la cara cuarta. Es un efecto pictórico y no óptico porque mediante el pincel Leonardo ha conseguido algo que no puede existir. No puede aplicarse un parámetro óptico a algo que no es real . No es ni por la luz ni por las sombras, sino porque la expresión está manipulada.
 En estas fotos ambas mujeres tienen una expresión parecida. Parece que ambas estén guardándose algo que sólo ellas conocen, como si se burlaran del espectador, como si nos estuvieran diciendo algo con los ojos que callan con la boca.
Sabemos que la expresión de la de la derecha no es real y por comparación tampoco debería ser real la de la Gioconda. Sin embargo, también entendemos que esa expresión es reconocible, que la hemos visto o la hemos podido ver en cualquier cara, que no es una expresión desconocida entre los muchos mensajes que pueden mandar una cara. Sin duda se deberá a que tal vez haya un

He colocado cejas a la Gioconda. En esta nueva versión parece más alegre.  
El hecho de carecer de cejas hace que la figura parezca  más seria de lo que en realidad es. Parece que  tiene el entrecejo fruncido    en lugar de arqueado. En todo caso la sonrisa corresponde en las tres caras al gesto de los ojos. Parecen hermanas

trillizas. Es normal si dos de ellas comparten todo menos las cejas y la tercera comparte una misma mitad.

Esta demostración podría haberla complementado con el proceso contrario: buscando una sonrisa similar a la de la Gioconda y comparando después los ojos, pero me temo que la expresión de la boca de la Gioconda en su unión con el moflete es un tanto artificial y difícil de encontrar en la vida real.

Otro caso parecido:
Se sabe que Leonardo modificó la Gioconda posteriormente a lo largo de su vida, ya que no se desprendió de ese cuadro. Es decir, pintó de memoria ya que la modelo en cuestión no le acompañó como lo hizo el cuadro. Y tal vez se pueda afirmar que no sólo pintó de memoria ese cuadro sino que en su estilo hubo una tendencia a la repetición, a la pintura, digamos, de memoria.
Hay en algunos cuadros suyos una mirada semejante a la de la Gioconda y se repite la misma o parecida sonrisa. Sucede en el caso de "La Belle Ferroniere", cuadro que a veces se ha atribuido a su principal discípulo Boltraffio, en donde los ojos aparecen con ese sombreado exagerado de los párpados inferiores; en el cuadro Santa Ana, La Virgen y el Niño, donde la sonrisa de santa Ana aparece artificial y se repite este artificio en el cuadro San Juan Bautista.
Además en este último cuadro vuelve a repetir la unión de los opuestos. Si he dicho que en la Gioconda une el gesto de unos ojos que ríen con una boca que como mucho sonríe, en la de San Juan Bautista, que también se encuentra en el museo del
Louvre, une no sólo diferentes gestos entre ojos y boca sino que además puede que añada un carácter andrógino al retrato.
En el Best- Seller "El Código da Vinci" se sugiere que San Juan Bautista es en realidad María Magdalena por el toque afeninado del joven apóstol y porque aparece una mano de más agarrando un puñal, lo que supone en realidad añadir un personaje.
En el retrato de San Juan Bautista vemos de nuevo una mirada y una sonrisa inquietantes, misteriosas. Si volvemos a utilizar el método de la cuartilla de papel tapando la parte superior y la inferior alternativamente vemos ahora que son los ojos los que están serios, mientras la boca sonríe.
Vemos la mirada seria, los ojos oscuros, los pápados de abajo oscurecidos. Esta vez la parte de arriba está también en sombra y la de abajo no simula relieve como en la Gioconda, sino más bien es una mancha uniforme. Los ojos adquieren el aspecto de una persona melancólica, enfermiza, como los de algún personaje de Dante Grabriel Rossetti y los prerrafaelistas. Por el contrario la sonrisa esboza un arco muy pronunciado. Sin embargo Leonardo aminora esa intensidad de la sonrisa adulterando otra vez los músculos de la cara. El moflete debería marcar una hendidura entre la nariz y la boca. Sin embargo no lo hace y en el extremo derecho de la boca (el izquierdo del personaje) vuelve a sombrear el moflete como si se aplanara, y eleva la altura de la comisura de la boca hasta unirla con el moflete, sin dejar un desnivel entre ellos. Algo similar hizo en la Gioconda, con menos intensidad porque en ese caso la boca no sonríe..
El resultado es una sonrisa apagada, suavizada. Pero aunque sonría menos que lo que el arco de la boca indica, todavía sonríe, es evidente. No obstante la mirada es muy seria. No es una mirada de asesino, ni es una mirada enfadada, pero esa fijeza le da un aspecto serio en franca contradicción con la boca, que es sonriente.
El resultado de la conjunción de estos dos gestos imposibles de combinar en la realidad hace que la sonrisa pueda más que la seriedad de la mirada y el conjunto manifiesta una enigmática mirada otra vez, parecida a la de la Gioconda, porque parece que sonríe cuando en realidad sabemos que la mirada está seria. Es el caso contrario de la Gioconda pero con resultados similares.
Por otra parte, aunque no es importante para el gesto resultante, parece que la parte de arriba se corresponde o se confunde con el rostro de una mujer. La parte de abajo parece que presenta una sonrisa musculosa, menos femenina. Aunque la objetividad en esta apreciación es imposible. Otras veces parece que lo masculino es la mirada seria del personaje y lo femenino la boca dulcificada a pesar de su musculosidad. En todo caso está claro que el personaje manifiesta un aspecto bastante femenino, reforzada la expresión por la poca musculosidad del cuerpo semidesnudo de la que el brazo, con el dedo señalando al cielo, es menos de hombre que de mujer.
menos sonriente. Por ello he añadido también cejas a La Gioconda. Ahora la expresión de los ojos es muy parecida. Un poco menos alegre quizás, pero es evidente en la expresión de los ojos que ambas están riendo o sonriendo.
tipo de expresión parecido: boca seria y ojos un poco cerrados. O que la expresión que nos recuerda esta pose es la del imperceptible gesto alternativo de sonreír y ponerse seria alternativamente, exactamente igual que con la cuartilla de papel.
He afirmado en el caso anterior que da Vinci a realizado una metáfora estática, es decir colocar a la vez dos imágenes imposibles. La Gioconda no puede reír y estar seria a la vez. Esto es cierto en este caso porque los que ríen son los ojos y los mofletes. Es imposible mover los músculos de la cara que achican los ojos en una sonrisa sin que este gesto se trasmita a la boca, sin que los extremos de la boca se eleven al elevar los carrillos. Sin embargo en el siguiente caso el proceso es a la inversa: los que están serios son los ojos y lo que sonríe es la boca. En este caso sí que se pueden mover los musculos de la boca sin mover los de los ojos. Pero sólo sucede si la sonrisa de la boca es moderada. En el caso de San Juan Bautista es muy pronunciada de manera que no puede dejar de elevar los carrillos y éstos elevar los párpados inferiores de los ojos. Así que en este caso también podemos decir que la expresión se debe como en la Gioconda a la adulteración de los gestos posibles.
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Hace mucho que escribí esto. Hoy, 24/02/2014 vengo de visitar Arco, el museo del Prado y la exposición de Cèzanne. No es imposible que lo que he colocado líneas arriba no sirva más que de entretenimiento. En el Prado me he encontrado conque se dice que la segunda Gioconda también muestra los arrepentimientos de Leonardo da Vinci, por lo que parecería que quien lo realizó al mismo tiempo (algún alumno de su taller, a no ser que fuese el propio Leonardo que por alguna razón estuviera duplicando exactamente la misma obra por motivos, por ejemplo gnósticos donde la duplicidad era un elemento revelador, o por motivos que desconocemos) no copió el cuadro, puesto que mostró los mismos arrepentimientos, esas variaciones que taparon la pintura anterior. Por lo tanto lo que pintaba el alumno era lo que veía en la cara de la retratada. En cualquier caso cuesta trabajo pensar que dos manos inteligentes, como las definiría García Márquez, tengan el mismo grado de inteligencia y no se note ninguna pequeña variación estilística o personalidad artística, a no ser, como digo, que las dos obras sean del propio Leonardo y que el Enigma de la Gioconda esté en la comparación de ambas, en lo que desdicen, aunque para eso tengamos que mirar las dos obras con lupa, incluyendo los paisajes.